Alfonso Merlos
¿Obediencia debida?
Es una de las preguntas del millón de euros. La obediencia debida es una figura que exime de responsabilidad penal por los delitos perpetrados en el cumplimiento de una orden emitida por un superior jerárquico. Y eso significa que el subordinado, autor material de los hechos, se beneficia de esta eximente en detrimento del jefe. ¿Es en lo que han estado los Mossos en su dependencia de Artur Mas y el poder separatista este 9-N?
¿Podrían haber hecho más? Evidentemente, sí. ¿Deberían? También. ¿Han cumplido con todos los cometidos encargados por la Fiscalía? A pesar de las dificultades en la captación de información sobre los centenares de facilitadores de este vergonzante desacato, es obvio que no. No por falta de recursos para cumplir con su misión, sino por la ausencia de voluntad para servir ineluctablemente al Estado de Derecho y no a los nacionalistas que han promovido su voladura controlada.
Así no se puede funcionar con seriedad. Y es muy grave. La obligación de las Fuerzas de Seguridad regionales no era sólo evitar disturbios o altercados o desórdenes de toda índole a pie de urna. Lo medular es que la Policía autonómica catalana tendría que haber respondido con la máxima diligencia y aún más proactividad a los requerimientos nacionales. Y no lo ha hecho. Y es fácil adivinar por qué.
Durante los últimos años, el sprint de CiU en el afán por lavar el cerebro de los no conversos al soberanismo ha sido brutal. Y ha ido en paralelo a la estrategia de anestesiar y ganar para la causa a las principales instituciones públicas y sus mandos. Les ha salido la jugada. Pero los pardillos que se han dejado arrastrar por los delirios independentistas podrían pagarlo caro. Hay caso.
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