César Vidal
Orange Nassau, la dinastía que forjó Holanda
Los Orange Nassau habían surgido del matrimonio del germano Enrique III de Nassau-Breda con la borgoñona Claudia de Châlon-Orange en 1515. Al morir su hijo, René, en 1544, el título de príncipe de Orange pasó a su primo Guillermo. Nadie habría podido pensar a inicios del siglo XVI que los Países Bajos o Flandes se separarían alguna vez de España. La unión no sólo era entrañable sino beneficiosa para ambos. Sin embargo, como dejó bien consignado Francisco de Enzinas en sus memorias, el hecho de que la inquisición española quisiera operar en territorio flamenco fue cavando un foso imposible de salvar. Los futuros holandeses no sólo veían con pésimos ojos la persecución de los herejes, sino que, por añadidura, no tardaron en sentirse identificados con la Reforma. Fue así como Guillermo I de Orange, apodado «el taciturno» por los españoles y «el silencioso» o «el padre de la Patria» por los holandeses, se alzó en armas contra España.
La revuelta podía haber sido sofocada por España simplemente si Felipe II no hubiera pretendido exterminar a los que consideraba herejes y hubiera, a la vez, reducido la carga fiscal. Hizo todo lo contrario. El monarca español incluso logró que un sicario a sus órdenes asesinara a Guillermo en 1584, pero a esas alturas Flandes era ya un verdadero avispero. Mauricio de Orange, hijo de Guillermo, y sus sucesores fueron asestando derrota tras derrota a las fuerzas del rey hasta que al final de la denominada Guerra de los Ochenta Años, Holanda se convirtió en una república.
Durante siglos, los Orange siguieron disfrutando de un notable peso en una nación que acogía de manera tolerante a los disidentes de toda Europa dispensándoles libertad. Sin embargo, en 1795, Holanda fue invadida por las tropas francesas y el príncipe de Orange hubo de exiliarse alimentando desde el exterior la resistencia. En 1815, el Congreso de Viena proclamó que Holanda era una monarquía cuyo soberano pertenecía a la casa de Orange. También sería duque de Luxemburgo, aunque ambas naciones siguieron separadas. Durante los siglos siguientes, la casa de Orange tuvo como problema principal su escasa fertilidad, una circunstancia que le llevó a perder el ducado de Luxemburgo, ya que las mujeres no podían regirlo y los Orange no tuvieron durante años un heredero masculino.
Neutral durante la I Guerra Mundial y refugio del káiser tras la derrota, Holanda no se libró de la invasión hitleriana en 1940 al ser parte esencial de la estrategia para vencer a Francia. Una vez más, los Orange –entonces la reina Guillermina– se convirtieron en símbolo de la resistencia nacional. Guillermina, tras medio siglo en el trono, abdicó en su hija Juliana, a la que se atribuyó el haber creado una «monarquía ciclista» dada su afición a las bicicletas. En 1966, la dinastía sufrió una crisis pasajera al pretender la futura reina Beatriz casarse con un diplomático alemán que había pertenecido a las Juventudes Hitlerianas. El permiso le fue concedido de manera muy reticente, pero lo cierto es que el príncipe Claus se convertiría en un personaje muy popular y su muerte en 2002 fue muy llorada. El paso de los siglos no había debilitado a una dinastía que ha dado forma a Holanda.
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