Restringido

«Orbi»

La Razón
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El mensaje y la bendición que el Papa imparte el día de Navidad van dirigidos «urbi et orbi» a la ciudad de Roma y al mundo, a la urbe y al orbe. Francisco este año ha pronunciado un discurso pensando sobre todo en los dramas del mundo, por eso he titulado este artículo «orbi», dando un poco de lado a la «urbi».

Mirando al mundo el Papa lamenta y condena las «atro-cidades» que en él se están cometiendo: la guerra en Siria y Libia, las violencias en Irak, Yemen y el África subsahariana. También calificó como «atroces actos terroristas» los atentados de París, Beirut, Bamako, Egipto y Túnez y pidió esfuerzos para construir la paz y la concordia en países como la República Centroafricana, Burundi, Sudán del Sur y Ucrania, sin olvidarse de la necesidad de volver al diálogo entre palestinos e israelíes.

Todos estos conflictos provocan esas oleadas de emigrantes, seres humanos que huyen de la guerra y del hambre y buscan por todos los medios a su alcance un futuro mejor. Ante un panorama tan desolador cualquiera puede sentirse descorazonado y tirar lo toalla. No así el Papa porque, como dijo, «donde nace Dios, nace la esperanza; donde nace Dios nace la paz». Ojalá el mundo escuche sus palabras y ponga fin a las «monstruosas formas del mal» que enlutan a la humanidad.

Volverá a repetir ideas similares en el discurso que pronunciará el próximo once de enero cuando reciba en la sala Clementina al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede. Son, en estos momentos, 180 países los que mantienen relaciones diplomá- ticas con el Estado vaticano. En la lista faltan muy pocos –China, Arabia Saudí y Vietnam son los más importantes–, pero en 2016 puede haber novedades en este campo porque es probable que Pekín y la Santa Sede restablezcan las relaciones que China rompió unilateralmente hace 70 años.