Podemos

Pablo, ese hombre

La Razón
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Como la serpiente de «El libro de la selva», Pablo Iglesias se apresta a hipnotizar a los adultos como a los niños en un nuevo número de magia Borrás. El lobo se transforma en abuelita, tan decimonónico que sólo le falta el gorro de dormir, tal y como sale en los cuentos. Es su última oportunidad. Si no gobierna esta vez, dentro de cuatro años será viejuno y ya lo encontraremos patético como a todos los cuarentones que visten de quinceañeros, ese mal estético que esconde la filosofía infantil de esta generación politóloga que se expresa en términos de «Barrio Sésamo» y que ahora adorna sus carteles con corazones de carpeta adolescente donde antes había puños en alto y dientes apretados. Dudo de que los calvos con coleta sean algún día referencia. El tiempo corre en contra de Pablo. Siempre nos quedará Errejón, el Jordi Hurtado de la política. Saber y ganar.

Errejón es si cabe más protagonista que Iglesias en el panfleto de Fernando León de Aranoa que hoy se estrena en los cines. El primero merece el Oscar a ese actor secundario que se acaba comiendo al protagonista. Anne Baxter en «Eva al desnudo» ante una soberbia Bette Davis cuando se desmaquilla tras la función. Iglesias es histrión e hiperbólico como un intérprete de cine mudo que no se adapta a la llegada del sonoro. Pablo es un Barrimore de Vallecas, la Lilian Gish de «El viento». La película «Política, manual de instrucciones» entra en campaña electoral una semana antes de que empiece. Iglesias responde al retrato del caudillo al que la propaganda disfraza de arte. «Franco, ese hombre».

Los históricos regímenes totalitarios encargaban a sus protegidos filmes, poemas, sinfonías, cuadros que ensalzaban al dictador y que marcaban tendencia. Estamos ante el cine ideológico de Griffith, Eisenstein, Riefenstahl. Sólo que estos hicieron obras maestras y Aranoa un vídeo electoral de andar por casa y de dos horas de duración, que ya hay que tener ganas.

El documental puede contener más ficción que «La guerra de las galaxias». El cine es montaje. Aranoa no pone una cámara estática para que veamos cómo entra el tren en la estación sino que se monta en la locomotora de Podemos y viaja a su ritmo y en ese vaivén no hay parada en Venezuela porque no es día de visitar a los parientes desahuciados, ni en la Atenas de hoy donde los pensionistas cobran menos.

Y así la experiencia podemita estará nominada en los próximos premios Goya y quién sabe si con algún ministro morado al que Dani Rovira no le dedicará ningún chiste porque el IVA habrá bajado y el paro será el sueño de una noche de verano aunque los cines estén tan vacíos como las arcas públicas. Los vídeos electorales están para intentar ganar elecciones pero este ejercicio de hagiografia revestido de cultista retrato de un fenómeno traspasa las líneas rojas de la decencia.