Balance del Gobierno

Pacto para otro tiempo

La Razón
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La repetición de las elecciones hacía presagiar un tiempo imposible. Claramente amenazante. Nada de eso. Este domingo la gran mayoría de los españoles se fueron a dormir más tranquilos. Estamos ante una oportunidad, de momento incierta y compleja. El PP ha sido el indiscutible ganador de las elecciones con 137 escaños, aumentando a 52 diputados su distancia con el PSOE. Ahí es nada. Lógicamente, Mariano Rajoy tiene la continuidad en La Moncloa mucho más cerca ahora que tras el 20-D. Y entre las diferentes fórmulas que pueden dibujarse, respetando la relación de fuerzas surgida de las urnas, la mejor sería sin duda un acuerdo de gobernabilidad entre populares, socialistas y Ciudadanos.

Por supuesto, un pacto de esta naturaleza debería incluir una batería de compromisos centrados sobre la unidad de España, la regeneración política y la estabilidad económica. Lo oportuno, pensando en alcanzar la imprescindible estabilidad, pasaría por una entente con reformas de calado que recogiesen lo mejor y más transversal de los programas electorales de las tres fuerzas constitucionalistas. Iniciativas tales como un acuerdo nacional por la Educación, la independencia de la Justicia o el «aggiornamento» de las instituciones. Porque, ahora que los ciudadanos han dejado otra vez en manos de la clase política las soluciones, los dos grandes partidos y el emergente naranja deberían aprovechar el tiempo que han ganado para, con inteligencia, tratar de ir más allá de simplemente investir a Rajoy. Las opciones del líder del PP pasan por que Pedro Sánchez le permita hacerlo. Sería muy difícil de entender otra cosa. De ahí que sólo pueda ser tildada de decepcionante la resistencia del secretario general de los socialistas a otorgar a Rajoy siquiera su abstención tras su segunda victoria electoral. Además, tal postura de Sánchez, lejos de crear consenso o cierre de filas, provoca un profundo desasosiego interno. Sí, ha salvado por ahora los muebles al mantenerse por delante de quienes le discutían la hegemonía de la izquierda. Pero los españoles lo han colocado como jefe de la oposición. Así que Sánchez tiene que tener claro que sólo puede haber oposición si posibilita un Gobierno. Sería muy peligroso que olvidase esto y desperdiciase el tiempo que ha ganado el PSOE para emprender las profundas reformas de todo tipo que debe acometer. Si desea ser la alternativa al PP, al socialismo no le queda otra que dejar que corra la legislatura. Incluso Sánchez saldría beneficiado de un salto así, que apuntalaría al PSOE como el partido responsable y fiable al frente de la oposición que aspira a gobernar. Esa abstención, a diferencia del secretario general socialista, es ya un as que Albert Rivera se guarda en la manga para sacar cuando mejor le convenga. El escenario actual tiene tres protagonistas políticos: Rajoy, legitimado para tomar la iniciativa de formar gobierno; Sánchez y Rivera, obligados a demostrar su sentido de Estado. Sólo cabe arremangarse para situar el bien común por encima de las siglas de los partidos. Lo más coherente sería que Sánchez aceptase sin mayor tardanza la mano tendida de Rajoy para explorar algunas vías de entendimiento. Basta ya de vetos y cuitas personales que tanto han castigado los votantes. El mapa político difumina los postulados de izquierda y derecha cuando la puerta está siendo aporreada por el populismo. Los intereses generales, la estabilidad económica e incluso el sentido común así lo exigen. España no puede permitirse más dilaciones. Y nuestros políticos, menos aún. En este escenario, Rajoy tiene en sus manos poner en marcha una «puesta a punto», una renovación, para su futuro Gobierno. Ya la hizo con el PP y las cosas les han ido mejor. Ahora toca hablar de su equipo más cercano. Me consta además por su entorno que el presidente tiene en mente cambios de mucho calado.