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La Razón
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En un par de días cerramos el año que vivimos sin gobierno, el año en el que nuestra democracia se tuvo que pellizcar las mejillas para saber que estaba despierta. Que nadie se desespere, goza de muy buena salud, salvo algunas cosas. Los partidos son el alimento del sistema. Ellos están generando movimiento que alguna vez produce energía «e la nave va» con su procesión y repetición de tipologías a ambos lados del espectro. No se puede entender la democracia sin las formaciones políticas, por eso es importante lo que sucede dentro de ellas. Es ilustrativo que en el PP la cuestión de las primarias se haya resuelto con una especie de votación reforzada. En el PP se manda de arriba abajo y ya no queda ni rastro de contestación al liderazgo de Rajoy. Después de Reyes y para abrir el año, Aznar, Gallardón y Piqué van a protagonizar un acto en FAES con un aire de exotismo político que a Mariano «plín». En Ciudadanos Rivera quiere ser Rajoy pero en lugar de Rajoy, así que con ir defendiendo el fuerte sigue de secundario en el «western». Es por la izquierda donde el brillo de la navaja se adoba con eso del debate ideológico de una manera más vistosa. En Podemos viven una adolescencia impulsiva. Lo quieren probar todo, la democracia participativa, el liderazgo mesiánico y la asamblea permanente... «dale Torete que es robao». Por eso se asoman a las ventanas del patio donde se exhibe húmeda la colada para gritarse que la falta de centrifugado moja al de abajo. La horizontalidad en Podemos es un cuento y es en los patios interiores convertidos en cines de verano donde se ve la «patita». Iglesias quiere confrontación para conseguir un poder más asentado, en eso también se parece a Rajoy. Dejo para el cierre lo que está sucediendo en el PSOE. Quizá los magos de Oriente nos dejen a Pedro Sánchez convertido en candidato en una carrera que se antoja agotadora. Pedro ni está muerto ni está de parranda, está en ese limbo en el que una precipitación, como aquella entrevista en Salvados que fue su hundimiento, puede ser letal. Falló en el control y el manejo de los tiempos, en el control y el manejo de su partido. No supo seguir las reglas no escritas y denunció unos butrones de los que no enseñó los planos. Sánchez no luchó por conseguir el poder y fue el poder el que le expulsó del paraíso socialista de oficina. En eso Sánchez no se parece a Rajoy ni a Rivera ni a Iglesias.