Berlín

Pascua Militar y tormentas

Ángel Tafala

El panorama de seguridad internacional que se vislumbra a principios del 2014 parece preocupante y además esta evolucionando rápidamente. Al menos, esto me parece a mí desde una triple vertiente, española, europea e internacional. Sin embargo, en estos tiempos de grave mudanza, no estamos los españoles invirtiendo lo que deberíamos en seguridad, ni tan siquiera suficientemente preocupados por lo que esta pasando aquí y fuera. Los riesgos más evidentes de seguridad desde el punto de vista nacional son –a mi juicio– los ataques internos contra el sujeto de la soberanía en él que se basa nuestra unión. Graves tanto por su intensidad como por una cierta apatía en la reacción de nuestra sociedad. Democracia es libertad, pero tambien respeto por las leyes, empezando por la primera de ellas, nuestra Constitución.

En un nivel inferior, aunque tambien muy preocupante, está el grado de descapitalización que han alcanzando los ejércitos, tanto en su material, como en su adiestramiento y por lo tanto operatividad. Pasando ahora vertiginosamente a una perspectiva europea, creo que son dos los riesgos principales identificables. Hay uno de naturaleza estratégica-economica, al no haber alcanzado todavía la UE la unión fiscal y laboral que entraña compartir una moneda. El liderazgo económico alemán parece más focalizado en cuestiones internas –pese a ciertas actuaciones positivas en el sector bancario general– que en la salud global de nuestra Unión Europea. Adicionalmente, la visión alemana de la seguridad internacional es muy limitada y por lo tanto poco operativa, no pudiendo compensarse totalmente por un recientemente aparecido liderazgo francés, materializado en positivas iniciativas, especialmente en los revueltos asuntos africanos.

Precisamente ahí, en el cinturón africano del Sahel, en las naciones vecinas, tanto al sur como del Magreb, desde el Atlántico al Índico, es donde reside el mayor riesgo específico externo para los europeos por la intensa acción del yihadismo radical. Es tambien en esta amplia, pero cercana región, donde las limitaciones de nuestra capacidad y voluntad europeas son más evidentes.

Repasando, por último, la situación internacional derivada del cansancio de los EEUU tras las guerras terrestres de Irak y Afganistán y de las correspondientes decisiones de la Administración Obama, podemos deducir que hemos entrado claramente en un mundo multipolar –con diversos protagonistas por lo tanto– y muy alejado del «orden americano» que sucedió a la caída del muro de Berlín. La pasividad del presidente Obama ante la denominada Primavera Árabe ha permitido a la galaxia de organizaciones bajo el paraguas de Al Qaeda progresar en el caos de las revoluciones que siguieron al cuestionamiento de los líderes autocráticos árabes. El exponente más claro de esto es la trágica evolución de la situación en Siria, que está permitiendo un sorprendente protagonismo al Irán de los ayatolas y a la Rusia de Putin, a la vez que perturbando profundamente la percepción de seguridad de Arabia Saudí e Israel entre otros muchos más. Este retraimiento norteamericano está teniendo consecuencias tambien en Asia Oriental/Pacífico occidental, donde el equilibrio existente hasta la fecha está siendo rápidamente alterado por una China crecientemente nacionalista –y por lo tanto reivindicativa–, que ve en el Derecho Internacional no una fuente histórica de legitimidad, sino la plasmación de injusticias y humillaciones que no debería restringir sus reclamaciones. La reacción de Japón a estas reivindicaciones chinas, unida a una creciente falta de confianza en el paraguas norteamericano, puede alterar sustancialmente y de manera insospechada la situación asiática. Los recelos que tanto China como Japón despiertan en las otras naciones afectadas –Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Vietnam, etc.– agravan y complican dicha situación. Debido a las intensas conexiones mercantiles –principalmente marítimas– y financieras propias de la globalización, cualquier alteración grave de seguridad en la zona tendría inevitablemente alcance mundial afectándonos por lo tanto como europeos y españoles.

Añadamos a todo esto la tradicional animadversión indio-paquistaní –ambas potencias nucleares–, en la que unos EEUU en retroceso no podrán intermediar eficazmente en el futuro.

En este ambiente de graves riesgos de evolución desconocida, con posibles interacciones insospechadas, es en el que los españoles estamos presenciando un grave y rápido deterioro de ese instrumento de la acción internacional que son nuestros ejércitos. Ejércitos que no sólo sirven para defender la nación, sino que nos permiten ser actores significativos en dicha esfera internacional donde estabilidad e intereses propios están siempre en juego. Y además este deterioro es especialmente preocupante porque ya no son opciones de futuro la práctica tradicional, de refugiarnos bajo la sombrilla norteamericana de seguridad, y en menor grado, bajo la europea como he tratado de señalar. Lo nuestro es como si una persona, cuando la edad y los achaques aumentan, decidiera dedicar menos a medicinas y seguros creyendo así que podrá tener más calidad de vida.

Esperemos que estas fechas de la Pascua Militar –ocasión anual para reflexionar– nos sirvan para comprender que no sólo tenemos problemas nosotros, sino que frustraciones y ambiciones externas tambien se reflejan negativamente sobre los españoles y que la historia demuestra que donde antes encontraremos una mano amiga es el extremo de nuestro propio brazo. Nos estamos adentrando en una profunda tormenta; deberíamos reforzar el buque en que todos navegamos juntos. Sería lo prudente.