Toni Bolaño

Paseíllo en forma pero sin fondo

La Razón
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Pablo Iglesias es muy dado a regalar cosas en sus encuentros importantes. A Don Felipe le regaló «Juego de Tronos». Ayer, siguiendo su tradición, le regaló a Pedro Sánchez un libro, «La historia del baloncesto español». Todo un detalle, sin duda, que iba acompañado de una dedicatoria: «Es bueno empezar con lo que nos une». No se sabe si sólo es el baloncesto lo que les une. Se sabe que Sánchez era alero. Iglesias me temo que no pasaría de base. Yo desde esta columna quiero emular a Pablo Manuel Iglesias y regalarle un ejemplar –simulado– de la fábula de la liebre y la tortuga, encuadernado –también en simulación– con piel de primera calidad y con letras grandes.

La fábula, por si la desconoce el líder de Podemos, versa sobre una liebre y una tortuga. La liebre se burlaba de las cortas patas de la tortuga y de su lentitud. Sin embargo, la tortuga la retó a una carrera. La liebre aceptó. Corría, descansaba y al final se durmió. La tortuga, por su parte, iba a lo suyo. Avanzando lentamente hasta la meta. Cuando la liebre despertó, se dio cuenta de que la tortuga estaba en la meta. Que su constancia, paciencia y seguridad le había dado la victoria.

Si hubiera leído esta fábula, el líder de Podemos no hubiera planteado las cosas como hizo aquel día –que parece muy lejano y fue como quién dice anteayer– en el que Don Felipe encargó a Pedro Sánchez la formación de gobierno. No hubiera salido como un caballo de pura sangre andaluz pidiendo la vicepresidencia, el gobierno, la televisión, el CNI, la luna y el tesoro de los hobbies, para acabar haciendo una parada de burro percherón, renunciando a casi todo. Con un postureo de victimismo renunció a la vicepresidencia, proclamó un gobierno de izquierdas, aunque no descartó reunirse con Ciudadanos.

La tortuga empezó su propia carrera la misma noche del 20-D. Ha tenido que imponerse al peor resultado del PSOE en décadas, superar un conflicto interno con la siempre mentada y nunca vista candidatura alternativa de Susana Díaz sobre la mesa, el menosprecio de Podemos y la presión del Partido Popular. La tortuga siguió fijándose en su meta y se alió con Ciudadanos. Ahora, a menos de 25 días para llegar a la meta, la tortuga sigue con paso firme y la liebre está, cuando menos, desfondada.

Iglesias trató, a pesar de todo, de aparecer como protagonista. No sólo cuando renunció a la vicepresidencia que nadie le había dado, sino desde la misma mañana. Sonriente y jovial bajó la Carrera de San Jerónimo, en un día más que primaveral, charlando amigablemente con su «amigo del alma», Pedro Sánchez. Posaron para los medios y se dieron un apretón de manos. Lejos del saludo cordial, las manos entrelazadas hacían que en el imaginario se visualizará un acuerdo de gobierno. Luego, vimos que todavía no es tal. Que todavía falta mucho y que la tortuga sigue a su ritmo. No va a caer en la trampa de la liebre. «Piano, piano, se llega a lontano», dice el dicho italiano.

Las formas agrias fueron camufladas bajo formas suaves. Iglesias charlaba y charlaba mientras Sánchez escuchaba con las manos en los bolsillos. Todo estaba preparado para trasladar la impresión que la frialdad entre ambos era historia. Iglesias, en su papel, hablaba de cara a la galería. Sánchez, más incómodo con el posado, se reservaba para la reunión. Las ruedas de prensa de ambos después del encuentro dejaron entrever que la tortuga sigue su camino. La meta tiene fecha: el 23 de abril. La liebre tiene que recuperar el tiempo perdido, pero no por mucho correr se va más deprisa. Quiere echar a Ciudadanos y tiene poco interés en saber qué piensan Compromís e Izquierda Unida. Habla por ellos como si fueran una finca manifiestamente mejorable que está bajo su égida. Sánchez se lo ha tomado con calma. Es un paso adelante, pero las cosas deben avanzar a su ritmo. No parece que piense cambiarlo.