Política

Alfonso Merlos

Pataleta de Papá Mas

Pataleta de Papá Mas
Pataleta de Papá Maslarazon

No hace falta ser ningún lince. Ni doctor en catalanología. Ni catedrático en estudios sobre el pensamiento nacionalista. El boicot al discurso del Rey ni ha sido planificado, ni será ejecutado en su caso, ni controlados los resultados por ese prohombre y adalid de la lucha contra la esclavitud de los pueblos llamado Artur Mas. Sin embargo, no se entiende la actitud de TV3 sin analizar el clima que ha creado este pastor de ovejas descarriadas que se aproxima minuto a minuto a un acantilado de incierto fondo e inescrutable altura.

Es todo verdaderamente pintoresco. Resulta que se pretende reventar el mensaje del jefe de un Estado gracias al cual los periodistas y demás profesionales de la televisión pública autonómica pueden cobrar sus nóminas, y seguir adelante con su trabajo, y alimentar y dar un techo a sus familias. ¡¿O no?! ¡Pues claro que sí! Pero aquí lo que prima es otra cosa. La intención es distinta. No se trata de una protesta simbólica, de que haya habido alguna gota que haya colmado algún vaso de las reivindicaciones o las protestas o el malestar de estos currantes. ¡Qué va! Aquí simplemente existe la voluntad de tocar las narices, de provocar. Y en esto, los soberanistas son maestros.

Así que no repitamos la manida frase «ya está bien la broma» o «hasta aquí hemos llegado». Actuemos. Es simplemente indecente que todos los españoles estemos aportando fondos para sufragar los onerosos costes de un medio de comunicación que atenta contra el interés general de los catalanes. Es así.

Porque los ciudadanos de esa hermosísima región de España que creen en la unidad de todos, en la concordia de todos, en el entendimiento y la cooperación de todos tienen derecho a que su tele emita el mensaje de Don Juan Carlos. Aunque no se cuadren ni se les salten las lágrimas al escucharlo. Aunque con la familia pegando voces en el comedor y la mesa preparándose para la cena apenas le hagan caso. ¡Pero es su derecho!. Y puede ser vapuleado. Por los liberticidas de siempre. Con las casposas y soviéticas tácticas de siempre.