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La Razón
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La salida del Sr. Pedro Sánchez permite al PSOE un ejercicio de sinceridad. Todo el que hubiese seguido mínimamente de cerca la política española era consciente de que la posibilidad de formar un gobierno alternativo era nula.

No había ninguna posibilidad de alcanzar un acuerdo tripartito entre el PSOE, Ciudadanos y Podemos, por mucho que lo intentase o, al menos, lo insinuase, la anterior dirección. Fue imposible después del resultado del 20D y mucho más difícil se antojaba en este momento, dada la negativa de Ciudadanos y de Podemos a participar en un mismo acuerdo.

La única vía de gobierno alternativo quedaba pues, circunscrita al pacto PSOE-nacionalistas. La sombra de duda sobre esa posibilidad ha sobrevolado desde la calle Ferraz en los días previos a la dimisión del Sr. Sánchez. El problema de jugar con medias verdades o simples insinuaciones es que son caldo de cultivo a las especulaciones y, además, confunden al electorado.

Es absolutamente impensable un gobierno socialista sustentado por fuerzas secesionistas como, por ejemplo, los antiguos convergentes. La obligación de un gobierno es enfrentarse a los movimientos independentistas y eso es difícilmente compatible con ellos sosteniéndote en los bancos azules del Congreso.

Por tanto, un gobierno liderado por el Partido Socialista es imposible y, además, ya era hora de decírselo sin adornos a los votantes socialistas y a los que no lo son.

Un partido político que no cuenta toda la verdad es un partido que se gana a pulso la desconfianza y la falta de credibilidad.

Por tanto, a la luz de la verdad desnuda, el PSOE solo tiene dos opciones: abstenerse ahora o acudir a las terceras elecciones, o dicho sin ambages, en España solo pueden ocurrir dos cosas, que gobierne Rajoy ahora o que siga en funciones y gobierne más tarde, porque a nadie se le escapa que unas terceras elecciones significarían una victoria más abultada del PP.

Dadas las declaraciones de algunos dirigentes del Partido Popular en los últimos días, parece que en la calle Génova han echado un cálculo demoscópico y les tienta esta segunda opción.

La posibilidad de formar gobierno sin depender de otros, o por lo menos sin depender del PSOE, es real y solo tiene el escollo de la interpretación negativa que haga la sociedad española si es arrastrada de nuevo a las urnas por la mera ambición del Sr. Rajoy y del PP.

Por ello, el debate que se intentó establecer en el seno del PSOE y que todavía tienen alguna réplica, aunque ya menor, era que los que prefieren la abstención ahora mejor que nuevas elecciones eran tildados de servidores de la derecha política cuyo único objetivo era investir a Rajoy renunciando a los “principios” socialistas.

Sin embargo, trabajar para los intereses del Sr. Rajoy y del PP es más bien lo contrario, es decir, facilitar unas nuevas elecciones en las que el presidente en funciones, cuyo único mérito político ha sido el de agazaparse y esperar a los errores de sus rivales, podría gobernar según el programa máximo de su partido.

Este tipo de debates no son propios del Partido Socialista, que siempre ha sido un partido solvente, serio y fiable. Una mayoría absoluta, o casi absoluta, no sería buena para nuestro país. Primero porque no reflejaría el sentir de la calle y segundo porque daría legitimidad a políticas que cuentan con el rechazo de la mayoría.

Si Podemos decide seguir siendo populista o dejar de serlo, es su problema. Difícilmente quien practica la erosión de las instituciones, la demagogia como único instrumento y se sabe populista, como se saben ellos, puede ser futuro, ni garante de transformación social.

El PSOE debe pensar como ha hecho siempre, con rigor y con seriedad. La mayoría preferimos lo malo, un gobierno del Sr. Rajoy en minoría, a lo peor, un gobierno del Sr. Rajoy en mayoría dentro de 3 meses.