Cristina López Schlichting

Pedro en Liliput

La Razón
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Menudo papelón le ha quedado a Pedro Sánchez. Como a mí me cae bien, ando pendiente del joven economista, que ya me preocupaba antes de las elecciones, cuando estaba siendo devorado por Pablo Iglesias y Albert Rivera. Ahora, mordisqueado por ambos flancos, tiene muchas posibilidades de pasar directamente al «rinchi», que es a los juegos lo mismo que el limbo en religión o el senado en política, como explicaba Mota en Nochevieja. Sánchez no va a formar Gobierno con Rajoy, porque en España la política va de la mano de las luchas entre rojos y azules. Su electorado no se lo perdonaría, más cuando toda la campaña ha girado en torno a sacar al presidente en funciones del poder. Por la izquierda, es muy tortuoso imaginarlo en coalición con Podemos, porque este partido está pensando en ganar las próximas elecciones catalanas con el «leitmotiv» de la independencia, así que no se va a prometer lo contrario en España. Esto del viaje a Portugal ha quedado muy bien, pero ni el Alentejo ni el Algarbe quieren la secesión. Hay quien habla de un pacto PSOE-Ciudadanos, con abstención del PP, una especie de frente anti-ultra, un cordón sanitario como el que izquierda y derecha han hecho en Francia contra Le Pen, pero si Pedro osa enfrentarse abiertamente a Pablo, lo devoran vivo los votantes y el de la universidad se convertiría en el mártir y anagrama de la «verdadera izquierda». El dirigente socialista tampoco tiene visos de acertar si va a nuevas elecciones. Los sociólogos ya perfilan que PP y Podemos crecerían y, en cambio, PSOE y Ciudadanos reunirían menos escaños. Finalmente le queda la abstención, para que gobiernen los populares. Es una opción que lo enfrentaría a la extrema izquierda (toda una legislatura repitiendo que Rajoy se mantuvo gracias a los socialistas), pero que le permitiría evitar el resto de opciones y ganar tiempo. Es por eso que Mariano le dijo a Carlos Herrera que, quién sabía, «a lo mejor se producían sorpresas». Aun en este caso, Sánchez no va a poder evitar la embestida de Susana Díaz. Aunque, de momento, ha conseguido aplazar el congreso del Partido Socialista y la amenaza de que la andaluza sugiera nuevos comicios, encabezándolos ella, el relevo no va a tardar en plantearse. La temida cita tendrá lugar antes o después y, esté en la oposición o esperando comicios, Pedro Sánchez lo tiene duro frente a la emergente y extraordinaria lideresa, que, además, es mujer (y eso nos gusta mucho a las votantes españolas, que queremos ya una Clinton o una Merkel nacionales). Insisto, no sé qué es peor, truco o trato. La maldición que pesa sobre el dirigente socialista lo reduce progresivamente, como si estuviese afectado por una ponzoñosa galleta de Lewis Carroll. O como si fuese un personaje de Swift en Liliput.