Ángela Vallvey

Peligro

La Razón
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La Unión Europea está atravesando una crisis muy grave. No sé si la legión de incontables burócratas que componen, no su corazón, pero sí sus extremidades, se está dando cuenta de ello, aunque al ciudadano avezado no se le escapa que vivimos tiempos de desequilibrios, dilemas y grandes riesgos. De los tres puntales que consolidaban el proyecto europeo y le daban fuerza –Alemania, Francia y Reino Unido–, uno de ellos ha dicho adiós. El Brexit resultará un mal ejemplo peor de lo que muchos imaginaron. No hacía tanto, en realidad, que se había realizado una ampliación importante del proyecto de unión europea, y precisamente ese incremento de socios puede haber amplificado el problema de la emigración que ha sido el precipitado, si no la causa, del abandono de Gran Bretaña. El mismo dilema –la emigración masiva– ha debilitado a Alemania, a causa de las decisiones de su líder al respecto. Con una Gran Bretaña fuera del tablero de juego y una Alemania desconcertada y desgastada, la Unión Europea es un barco sin rumbo, demasiado grande para no acabar comportándose de manera inestable. Su flaqueza se traduce en falta de decisión y autoridad. Casi nadie toma en serio sus resoluciones, ni cumple sus sanciones, ni acata sus plazos, ni respeta sus directrices. El artificial animal político, gigantesco, poderoso pero manso, que pretendía ser, se está transformando en un monigote de barro burocrático, frágil y dubitativo. La invención del euro ha sido una aventura de la que todos hemos salido mal parados después de que la recesión mundial se abalanzara sobre la riqueza de las clases medias para esquilmarlas. El euro era una tierra prometida cuando hacía crecer y soñar a los europeos de la Unión. Una vez que se convirtió en una prisión, las cosas cambiaron. Después de casi una década de crisis durísima, en que la población ha pagado al contado, en euros, un coste probablemente superior al que habría tenido una guerra, la crisis migratoria ha venido a dar la puntilla a un proyecto que a duras penas había logrado sortear lo más despiadado de estos tiempos y quizás miraba al futuro con una recelosa expectación. Han sido muchos años intentando edificar una idea aspiracional de Europa, pero olvidando la realidad europea. Lo mejor es que la idea ha funcionado: atrae a todo el mundo. A todos, excepto quizás a los propios europeos, que ya están exhaustos.