Julián Redondo
Peor, imposible
No era intención de Kolasinac romper la rodilla a Jesé; lo ha hecho. No fue una entrada fea, ni siquiera dura, sólo una carga, un choque de pierna contra pierna, un lance sin amonestación colmado de negros augurios, de nubes oscuras prestas a descargar los peores presagios sobre el genio canario. Apenas dos minutos de juego, una falta como muchas y una fatalidad como pocas. Y no es justo perderse lo que resta de temporada por una verbena, por un partido intrascendente y sobre el que en el prólogo la discusión versaba sobre si era conveniente que jugara Cristiano Ronaldo. ¿Por qué arriesgar a las puertas de un clásico? A Cristiano no le parte un rayo, es una fuerza de la naturaleza que busca la portería con afán depredador incluso en los amistosos. Y marca goles de dos en dos, tantos como disparos a la madera. Es único.
Tampoco el físico de Jesé es frágil sino rotundo. Mala suerte la suya. Por soñar, soñaba con el Mundial de Brasil, demasiado pronto. Habrá más mundiales y europeos y una Selección que le esperará. Está llamado para la gloria.
Lo de Jesé tiene solución, aunque sea lenta y dolorosa, y el Madrid B, también. Como decía Rafael Guerra, Guerrita, «ca uno es ca uno» y hay suplentes en el plantel de Ancelotti que necesitan minutos, estímulos y una inyección de intensidad, parte del secreto del éxito en el fútbol. Cristiano es un ejemplo de interés sin reservas, de concentración, de ambición y de garra. Sobre él edificaron sus compañeros esta victoria. También es cierto que el Schalke quizá no fuera siquiera rival del Madrid C. Hay mucha diferencia entre ambos equipos, una distancia más próxima al 1-6 de la ida que al 3-1 de la vuelta.
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