Real Madrid
Pepe rematador
El Manchester City, que ha vivido más años abajo –en Segunda y hasta Tercera– que arriba, necesita un patrón, una forma de jugar que le identifique, un sello que permita reconocerle más allá de los colores. Ha invertido mil millones en un campo y en muchos nombres, pero no es homogéneo, por eso le va a pulir Guardiola. Al Madrid le sucede algo parecido, en su caso, por la cantidad de técnicos, cada uno de su padre y de su madre, que han pasado por su banquillo. Este curso, dos equidistantes, muy diferentes, Benítez y Zidane. Cuesta manufacturar el molde y Zizou hace lo que puede con instrucciones básicas: ¡ojo con De Bruyne y al Kun, ni agua! Así fue.
En este encuentro que terminó a cero y aplazó la sentencia para el Bernabéu, con mejores perspectivas para el Madrid, Zidane recurrió al sentido común para mantener el «enigma Ronaldo». Jugó al despiste desde la estampida de «míster gol». Ocultó los partes médicos y, a sabiendas de que la condición física del astro no era óptima, prolongó la estratagema hasta dos horas antes de la cita y evitó que Pellegrini pensara en un Madrid sin Cristiano: le obligó a discurrir sobre una improbabilidad desviada a la grada. Alineó, en cambio, a Benzema, sólo el primer tiempo. Lucas Vázquez entró por «CR» y Jesé por el francés. Al City se le fastidió Silva, la batuta, y el partido entró en la dinámica del pim pam pum, fútbol descosido con el que el Madrid, que tiene más cuajo, se manejó mejor. Hart dio fe de ello al desviar a Pepe la ocasión más clara del partido. Precisamente a Pepe, seguro atrás, mandón, vigilante jurado –Agüero lo puede corroborar– y rematador a tiempo parcial. Si el gol estuvo en las botas de un defensa, el resultado es lógico: 0-0.
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