Paloma Pedrero
Perros
Cuando observo a mi perra pienso que es el mejor ser humano que conozco. En serio, si a la palabra «humano» le damos connotaciones positivas como sensible, generoso, compasivo, etc., ella, mi pequeña caniche gris, es lo que más se acerca a tantas bondades. Aquí está, a mis pies, calladita porque sabe que estoy escribiendo un artículo y no debe desconcentrarme. En el momento que pongo mi nombre debajo de este documento, ella lo capta y comienza a hablar. Sí, que los perros tienen un lenguaje bien clarito para quienes quieran entenderlos. Tampoco parlotea hasta que me despierto por la mañana. Distingue perfectamente entre una vuelta en la cama o un suspiro dormida, y lo que es despertar. Ella conoce mi respiración y respeta mi sueño. La gran mayoría de los perros, los educados por gente educada, son tremendamente respetuosos con la gente. Y sólo la gente que nunca ha convivido con uno los teme o rechaza. Por ignorancia. No hay nada como tener un perro para no volver a tener miedo a un perro. Leo que en Barcelona van a dejarlos subir al metro. Ya lo hacen a otras ciudades europeas como Berlín, Bruselas, Ámsterdam o Ginebra sin problema alguno. A los canes habrá que llevarlos atados y con bozal. Lo de el bozal me resulta un poco excesivo, pero comprendo que todavía hay algunos descerebrados, me refiero a los dueños, que enseñan a sus perros a sacar los dientes y hay que guardarse de ellos, de esos descerebrados. Me alegro mucho de que Barcelona instaure esta norma y ojalá le sigan el resto de las ciudades españolas. Habrá menos abandonos de perros. Y más alegría en los andenes.
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