El desafío independentista
Pintan bastos
Lo primero que debemos tener claro es que Junqueras y sus compinches están en la trena por urdir un golpe de Estado, saltarse la Ley a la torera y pasarse por el arco de triunfo los derechos de millones de catalanes. No por mangar un bolso a la salida de misa, librar un cheque sin fondos o hacer un «sinpa» en un restaurante.
Han perpetrado delitos graves, de los que conllevan penas severas y no entiendo a qué viene esta peregrinación piadosa que han emprendido periodistas y políticos lamentando que estén entre rejas.
Es justo y necesario que sigan encerrados y que el prófugo Puigdemont y su cuadrilla belga se unan a ellos en cuanto se pongan a tiro. Como mensaje a quienes intentan reventar la democracia española sería estupendo, pero me da la impresión de que se optará por el chalaneo, porque vivimos tiempos en que se piensa siempre en las próximas elecciones y nunca en las próximas generaciones.
La Fiscalía del Tribunal Supremo ha pedido al juez Llarena que el ex vicepresidente catalán, los siete exconsejeros y los líderes de Òmnium Cultural y ANC continúen en prisión incondicional. La petición está más que justificada y argumentar que los imputados acatan ahora la aplicación del artículo 155 suena a chiste. Junqueras y su cuadrilla harán lo que sea para con tal de escapar a la justicia. Primero porque su objetivo inmediato es salir y después porque saben que su retractación no tendrá efecto negativo entre sus fanatizadas huestes.
Los independentistas son inasequibles al razonamiento y al igual que daban por supuesto que iban a tener un masivo reconocimiento internacional tras su ilegal referéndum y que los ricos del mundo se pegarían codazos para montar empresas en Barcelona, recibirán como héroes a los que salgan y hasta alardearán de lo astutos que son y como una vez más han engañado a los pardillos españoles.
El juez Llarena tiene que atenerse a las normas. No debe tratar a estos delincuentes de forma diferente a como trataría a otros y me vienen a la memoria un montón de personajes de postín, políticos, policías o empresarios, que se han «comido» años de prisión preventiva y eso que estaban muy arrepentidos de lo que habían hecho.
Que los golpistas catalanes se han llevado un susto de aúpa, parece fuera de toda duda, como lo es que siguen a lo suyo y que su retractación –se llamen Jordi, Forcadell, Junqueras o Romeva– es una simple argucia táctica y perseverarán en su propósito: romper España.
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