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Reyes Monforte

Planeta libro

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Hace unos días me sorprendió una noticia que debo confesar me obligó a una relectura incrédula. Las librerías niponas se hundieron en Bolsa al ver como a uno de sus grandes autores, Haruki Murakami, no le habían otorgado el Premio Nobel de Literatura. Al parecer, fueron muchos los inversores que creyeron que el escritor recibiría el prestigioso premio y que eso dispararía las ventas. Un batacazo bursátil por un autor, por una editorial, por historias contadas negro sobre blanco. No por un banco, no por una petrolera, no por una industria textil ni por una empresa farmacéutica... La economía de un país pendiente de un escritor que escribe libros . Eso sí que es una gran historia. Ya sé que la catarsis bursátil resultaría una faena para Japón, pero he de reconocer que el hecho me causó cierta envidia sana. ¿Se imaginan que eso pudiera pasar en España? No me refiero al derrumbe de la bolsa, que vemos a diario, sino que fuera la industria del libro la que lo provocara. ¿Se imaginan? Vivir en el Planeta Libro y que las novelas románticas, policiacas, históricas o de ciencia ficción marcaran la economía. Ya se lo digo yo: no. Qué oportunidad perdida. En plena velada del Premio Planeta se lo comento a unos compañeros y todos sonreímos. Es la sonrisa de la envidia, del deseo, de la esperanza. Quizá algún día suceda porque la realidad siempre supera la ficción. Claro que para eso los gobernantes deberían estar a la altura, no despreciar la cultura e iniciar un protocolo eficaz y valiente para que virus letales como la «piratería» no acaben con el libro. No es tan difícil.