Alfonso Ussía
Plural umbraliano
El taco mal utilizado o pronunciado a destiempo es grosero. Bien colocado en la frase, con la intención y la oportunidad medidas no sólo es aceptable, sino culto. El Siglo de Oro enriqueció los venablos con talento y naturalidad.
Es correcto exagerar el taco para dotarlo de mayor capacidad expresiva. El cabrón adquiere un significado más digno cuando se eleva a «cabronazo» y se humilla con la misericordia. «Mi marido es un cabrito» resulta cruel. «Mi marido es un cabronazo» esconde cenizas de admiración. Como el cabrón con apellido. El cabrón con pintas, el cabrón astifino o el cabrón candelabro, que es un cabrón ornamental y habitualmente artístico. Al menos, así lo consideraba Frederik Starva, gran estudioso del cornudo con ámbito mundial, enemigo del localismo fácil y perverso. Para Starva, los mayores cornudos de la tierra se encuentran entre los esquimales, y concretamente en la región pre-polar de Nevustika, una región tan innecesaria que no ha sido reclamada por nación alguna.
Uno de los valores más consistentes del Partido Popular, el presidente de la Junta de Galicia Alberto Núñez Feijóo, ha pedido a los gallegos reflexión y mesura en el voto para seguir «adelante frente al PSOE, los nacionalistas y Podemos, o como coño se llame en cada sitio». En efecto, Podemos se llama de mil maneras diferentes aunque su estrategia no alcance la posibilidad del engaño. «O como coño se llame», es frase expresiva y plausible, pero adquiere una mayor musicalidad y efecto si se recurre al plural. El formidable Francisco Umbral hubiera escrito o dicho «o como coños se llame», que es una forma culta de vestir al muñeco para concederle la importancia que merece. El hombre físicamente necesitado y carente de capacidad seductora, el macho de amor a cambio de dinero, aunque busque la compañía efímera de una sola mujer, define su intención en plural: «Esta noche me voy de putas», lo cual está muy mal visto por el feminismo recalcitrante que pretende que ese hombre triste y descolocado vaya esa noche «de trabajadoras del amor», que manda narices la cursilería. O también de «compañeras fugaces», que es peor. El plural dota al venablo de una excepcionalidad coyuntural muy complaciente con el concepto. De haber dicho Feijóo «o como coños se llame», su reflexión ocuparía un lugar de privilegio en la relación de aciertos semánticos de esta campaña electoral, especialmente grosera y vulgar. El coño en singular sólo tiene sentido cuando se utiliza como mensaje figurado de distancia. «En el quinto coño». Ahí sí, porque decir «en los quintos coños» carecería de fundamentos, amén de estilo.
Ante la duda, y no necesariamente en el número gramatical de tacos o venablos, el plural es la opción a elegir. Entre pantalón y pantalones, pantalones. Entre gafa y gafas, siempre gafas, y entre gana de comer y ganas de comer, las ganas son las correctas. En comercio del ramo zapatero, es habitual el elogio en singular que el dependiente de turno dedica al calzado elegido. «Es muy buena bota, o muy buen zapato, o mocasín resistente». En tal tesitura, es conveniente recordar al dependiente, mostrándole las dos piernas y los dos pies, que son buenas las botas, muy buenos los zapatos y resistentes los mocasines, entre otros motivos, porque son dos en un alto porcentaje de la clientela. «Quítate la braga» suena fatal. Si son las bragas, el imperativo es coloquialmente aceptable.
Lo que hay que hacer para no escribir de la campaña electoral, eso tan costoso, aburrido e inútil.
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