Alfonso Ussía
Pobres niños
Ella lo ha contado, y de sus palabras emerge mi consternación. La adorable madre que llevaba a sus niños pequeños a jugar al parque. Los mayores le hacían los recados a su papá, que era ya el presidente de la Generalidad. En los días festivos, bajo el sol mediterráneo, la madre reunía a sus polluelos y los acompañaba al parque para vigilar sus juegos, sus volteretas, su prudencia en los toboganes y su medida en los columpios. –¡Oleguer, no has de subir tanto en la columpia que puedes caer y hacerte una herida!–. Como todas las madres, y ellos, como todos los niños. También jugaban al fútbol con sus camisetas del «Barça» y se pasaban unos a otros la «pilota» con juvenil ímpetu. Pero en algunas ocasiones, según el testimonio de la entregada mamá, surgían problemas irresolubles. Se arremolinaban en torno a ella los simpáticos polluelos y le mostraban su desagrado. –A veces, jugando en el parque, se me acercaban mis hijos y me decían: «Hoy no podemos jugar, madre, todos son castellanos». De vuelta al Palacio de San Jaime, la señora de Pujol le transmitía a su esposo sus hondas preocupaciones. «Hoy no han podido jugar nuestros pequeñuelos, Jordi, porque el resto de los niños hablaban en castellano y se comportaban como tales. Hay que solucionar el “poblema”»–.
Para una madre ejemplar que sólo busca el bien de sus hijos, el «poblema» era de aúpa. Sus hijos, catalanes puros, no estaban obligados a divertirse con castellanos. Allí se le dice «castellano» a todo aquel que habla el español, el idioma de los charnegos. Seiscientos millones de charnegos hablan el español en el mundo, y sus niños usaban el lenguaje elitista y culto de los elegidos. El catalán. Consecuencias de la invasión franquista. Al mismo Pujol le obligaron a servir a España como alférez de Infantería, y lo engatusaron de tal modo, que a punto estuvo de seguir la carrera militar. Y no digamos la habilidad de Franco para engañar a los catalanes. Consiguió que el Fútbol Club Barcelona, el «Barça», le concediera en dos ocasiones la Medalla de Oro del «Clup», lo cual dice mucho de la facilidad del régimen invasor para doblegar la pujante resistencia de los catalanes. Los tiempos no encajaron. Si en lugar de aquellos directivos, el «Barça» hubiera sido regido y administrado por los niños Pujol, Franco no se habría llevado las dos medallas de oro del «Barça». Se la habrían llevado a casa los Pujol, aunque para ello tuvieran que rebajarse a usar el idioma de los castellanos. Es indignante que en la segunda ciudad española, los niños en los parques jueguen en español, y felicito desde aquí a los niños pequeños de los Pujol por su firmeza y actitud.
Ahora, hablar en Barcelona en español está prohibido. Como debe ser. Quizá, por esa causa, y según el presidente de los empresarios catalanes, más del 40% de las empresas establecidas en Cataluña han volado a otros lugares. Y no se trata de presión, sino de convencimiento. Y hoy, en los parques, los niños juegan en catalán, pero los Pujol ya no pueden disfrutar de los juegos porque han crecido, y para colmo están empapelados por la Justicia, papá y mamá incluídos. Eso no les debe preocupar, porque desde «Madrit» se han cursado las órdenes oportunas para que sigan empapelados hasta el fin de sus días con la condición de no ser juzgados. Porque meter a toda una familia, espejo del independentismo, en la trena, se interpretaría en Cataluña como una afrenta insoportable.
Hoy, la madre, el padre y los polluelos no juegan en los parques. Y los niños de Barcelona lo hacen felices y contentos, en catalán, siempre en catalán, el idioma de sus ídolos Iniesta y Messi.
Han crecido excesivamente pronto estos niños Pujol. Mejor jugar con niños castellanos que quedarse con el dinero de los catalanes y del resto de los españoles. De ahí el desconsuelo de la madre y el abrazo de comprensión y consuelo que tengo el placer de enviar a tan ejemplar familia. Tranquilos, que no les pasará nada. Está escrito.
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