Carlos Rodríguez Braun
Podemos ser antiguos
Dime de qué presumes y te diré de qué careces. En Podemos presumen de novedad, pero son más viejos que la tos. El Secretario de Participación del partido, Luis Alegre, escribió en «El País»: «Podemos no ha nacido para recuperar la confianza de ‘los ciudadanos’ hacia ‘los políticos’, sino para conseguir que sea la propia ciudadanía la que haga política y participe en las decisiones que nos afectan a todos. El objetivo es evitar que la política siga siendo patrimonio de unas minorías privilegiadas que miran ante todo por sus propios intereses de casta».
Esta falsedad es tan antigua que ya era antigua en 1819, cuando Constant habló en París «De la liberté des Anciens comparée à celle des Modernes». En efecto, la libertad entendida como participación en el poder político remite a la Antigüedad y a los «órdenes primitivos» que analizó Hayek. En las sociedades modernas la libertad no estriba en participar sino en preservar los derechos de las personas frente a las incursiones del poder político.
Hace doscientos años los analistas vislumbraban la complejidad de la democracia a la hora de condensar las preferencias colectivas, como explicó Condorcet, que murió en la celda adonde lo arrojaron unos revolucionarios admiradores, no por azar, de la política de la Antigüedad clásica. Y los liberales avisaban: eso tan bonito de que todos hagamos política puede desembocar en sistemas totalitarios donde al pueblo lo oprima, mire usted por dónde, una casta.
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