Pedro Narváez

Pornosocialismo

Parece que el partido socialista se hubiera caído en la marmita de Obelix. Vuelve peleón contra el guerrero galaico al que quieren convertir en un celta corto por mucho que sea difícil echárselo a pecho. Han tragado de golpe toda la poción mágica de la que, como la de la Coca Cola, no conocemos la fórmula, aunque con el reclamo de la ex actriz porno en Melilla no habrá faltado Viagra: el genérico está de oferta.

Tanto ministerio de Igualdad y tanta cuota Aído para decirle al personal que sin tetas no hay paraíso. Pero lo que sube tan rápido deja a cualquier organismo exhausto a mitad del camino. El corredor Rubalcaba lo sabe. El tiempo se le agota. Después de esta batalla no habrá otra. Ahora o nunca. No había visto gritar tanto a Soraya Rodríguez como el otro día en el Congreso a cuenta de Bárcenas. Las venas del cuello se le hincharon como si se hubiera tragado a María Patiño. Parecía una niña sin vacaciones. Luego se ríen de los exorcismos de Rouco. Bárcenas tiene preparado un sarcófago pero está por ver quién cae envenenado como Cleopatra, quién será embalsamado para siempre. ¿Y si fuera el propio Rubalcaba que ha interpretado mal los sueños del faraón?

Los socialistas renuncian a ser el gran partido de la oposición para emular a «El gran debate» ahora que lo quitan de la tele. Todo son chillidos, aspavientos ideológicos, subrayados a la espera de un aplauso que no desemboca. Utilizan la palabra obscenidad como recién descubierta en su diccionario bélico del que se han fugado otras como alternativa. El PSOE provoca melancolía. Es imposible seguirles sin sufrir un ataque de frustración. A no ser que nos dejen probar de la pócima para que los españoles acabemos como en la Tomatina. Eso sí, pagando.