Enrique López
Posverdad: mentira emotiva
He leído en este mismo periódico que el término «posverdad» aparecerá como neologismo –«post-truth» en inglés– en próxima versión del «Diccionario de la Lengua Española», y ello para referirse a aquella información o aseveración que no se basa en hechos objetivos, «sino que apela a las emociones, creencias o deseos del público». Así lo adelantó el director de la Real Academia, Darío Villanueva, el cual, además de advertir que el concepto tiene referencias de uso desde 2003, aludió a que recoge una práctica que consiste en «hacer locutivamente real lo imaginario, o simplemente lo falso», lo cual entronca «directamente» con la sentencia de que «una mentira repetida mil veces se convierte en verdad». No puedo estar más de acuerdo con la alerta que se hace, puesto que, si bien la institución, como reza su lema, debe «fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza», no por ello todas las palabras pueden tener un significado positivo, puesto que el mal y lo malo existe. El término ya estaba recogido en Wikipedia como mentira emotiva que describe la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales. Lo preocupante no es el término, sino la realidad que define y, lo que es más grave, el grado de paradigma no ejemplar que está alcanzando en el comportamiento y actitud de políticos y periodistas, amén de responsables de otras áreas de actividad, del que no estamos inmunes los jueces, convirtiéndose en el leitmotiv del ejercicio de sus cometidos. La frase periodística «no permitas que la verdad estropee una buena noticia» lamentablemente se ha extendido a muchos quehaceres humanos, de tal suerte que lo importante solo es lo que la emoción, y a veces la conmoción, determinan. Ya Platón planteaba en su mito de la caverna que la verdad es independiente de nuestras opiniones, pero el problema nace cuando la mentira emotiva no surge de forma espontánea como consecuencia de las naturales sensaciones de la gente, sino como consecuencia de maniobras torticeras, espurias y mendaces de aquellos que pretenden generar un estado opinión que les favorezca o perjudique a otros, de tal suerte que, sin necesidad de mentir expresamente, distorsionan de tal modo la realidad que conmueven la opinión pública impregnándola de esta posverdad o mentira emotiva. En Roma se persiguió a los cristianos acusados de causar el incendio de la ciudad y los judíos siempre han sido acusados de ser los responsables de los problemas que padecían las sociedades en las que convivían, demostrando que la realidad impone los conceptos. Ejercicios de posverdad en la política los encontramos por doquier, y así aparece en el independentismo catalán o en el populismo político, creando el primero un falso concepto de un pueblo ansiando independencia o en el segundo, la pretensión de que las sociedades democráticas actuales, como la española, viven inmersas en una injusticia social sistemática. Algunos creemos que la verdad se impone tarde o temprano, aunque cuando es tarde, la injusticia es más clamorosa.
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