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Carlos Rodríguez Braun

Previsiones ajustadas

Previsiones ajustadas
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El ajuste de las previsiones de crecimiento es un fenómeno normal, y tiene que ver con algo que los economistas, seres humanos al fin y al cabo, admitimos con renuencia: no podemos saber lo que va a pasar. Si lo supiéramos, si fuéramos tan listos, como ironizó D. N. McCloskey, seríamos más ricos que los demás. Y no lo somos. Cabe apuntar que dichos ajustes se suelen realizar en la misma dirección, acompañando el ciclo, obviamente con retraso.

Así, durante los últimos años el patrón general de las previsiones fue el ajuste a la baja; naturalmente, esto ganaba los titulares más alarmistas, y era utilizado por la oposición para zaherir al Gobierno. En esta fase las autoridades suelen ser más optimistas que el resto, posiblemente para salvar la cara o para distraer al personal, augurándole que todo está bajo control y que lo malo se superará pronto (sobre todo si la oposición «arrima el hombro»), cuando en realidad lo malo está empezando, y se agravará por las políticas que esas mismas autoridades aplican, como las subidas de impuestos.

Cuando la economía empieza a recuperarse, sucede lo contrario, y las previsiones suelen ser ajustadas al alza. El Gobierno de turno se especializa entonces en formular predicciones más modestas que los otros pronosticadores, presumiendo de prudencia («falta mucho por hacer», «queda un largo camino», etc.) con el fin de sacar pecho luego y procurar adjudicarse el mérito de la recuperación y denunciar la irresponsabilidad de una oposición incapaz de secundarlo en etapas cruciales.

En esa fase estamos ahora, porque se acumulan las señales de que el durísimo ajuste padecido por los empresarios y los trabajadores puede dar sus frutos. Esta previsión es fácil de hacer, y por eso la hace todo el mundo. Mucho más complicado es predecir cuándo se producirá, y qué hará el Gobierno entre tanto. La última vez, entre 2009 y 2012, dos administraciones se sucedieron y aplicaron las políticas equivocadas a las que hemos hecho referencia, con lo que la recuperación se abortó y la actividad volvió a derrumbarse.

Hay motivos para el optimismo en 2013, como han señalado las grandes empresas reunidas en el Consejo Empresarial para la Competitividad. El Gobierno será seguramente sensible a las advertencias de los empresarios: la situación de nuestra economía y, en particular, del empleo no aconsejan más castigos.