María José Navarro

Pride

La Razón
La RazónLa Razón

Este año me he perdido la cabalgata del Orgullo Gay. Mecachentó. La verdad es que ya llevo algunas ediciones sin pasarme por Chueca y esa ausencia quizá tenga que ver con la edad, que no perdona, con mi afición a las lipotimias y a los golpes de calor, y con la desagradable sensación que me provoca la orina ajena desparramada sin piedad y sin miramientos por cualquier rincón del barrio central del acumule en Madrid. Los gays, amiguitos, también se alivian sin ningún tipo de educación y se comportan como macacos aunque luego huelan a body milk del caro. Si yo viviera, por ejemplo, en algún portalito de la plaza Vázquez de Mella de Madrid, tendría todos los años un cabreo como una mona a estas alturas y no precisamente por la opción sexual de los festeros, que me parece tan determinante e importante como el color de sus ojos, sino por lo marranos que son. Son marranos que luego se vuelven a sus casas y ahí se queda el vecindario con el recadito en su propia puerta. Carmena está feliz, y los comerciantes y los taxistas, pero entre el colectivo también los hay embrutecidos y zafios, y eso no está mal decirlo. Como tampoco está mal que haya homosexuales a los que la fiesta del fin de semana pasado les parezca un horror y una horterada sin sentido. A los que les canse que haya un fenotipo en el que siempre se piensa con una musculosa y asomando el trabajito del gimnasio y sin muchas más cosas en las que pensar. Un amigo trilirili al que quiero muchísimo se cabrea enormemente ante la autocomplacencia de esa parte de la sociedad que olvida que, efectivamente y de verdad, son como los demás. Que sufren el paro, y las draconianas condiciones de las hipotecas, que tienen madre y padre y hermanos y sobrinos, y que algunos, incluso, creen en Dios.Poder decirlo es suficiente, la posibilidad de casarse les encumbra. Eso pensamos desde fuera. Cierto es que deben seguir reivindicando, porque hay derechos que no consiguen flotar más allá de los papeles, pero que no dejen Madrid como lo han dejado. Un asco, chicos. Pensadlo.