Julián García Candau

Puchades, el más grande

En Sueca, su pueblo, ha muerto Antonio Puchades, el más grande futbolista valenciano de la historia. Ni siquiera Gaspar, Rubio, Claramunt o el Asensi alicantino han podido ocupar el espacio del jugador valencianista, que fue más que ídolo en los años cincuenta. Puchades encarnó al futbolista triunfador que nunca quiso salir de su club. No atendió a ninguna de las tentaciones monetarias que le hicieron. Jamás quiso abandonar su casa. Creó tales pasiones que fue fundamental para que Mestalla aumentara sus graderíos. Y mientras, en la mayoría de los pueblos de la Comunidad Valenciana los niños queríamos ser como Puchades.

«Tonico» hizo de la modestia un ejemplo para las figuras de la época. Era espejo para quienes formaban junto a él y para quienes desde el Mestalla aspiraban a subir al primer equipo. En la Selección era muy querido por su bonhomía. Mantuvo con los jugadores de su época magnífica relación. Era amigo de los Zarra, Panizo, Gainza, vascos, Basora y Ramallets, catalanes y, por supuesto, el mejor compañero que encontraron Gonzalvo III en la Selección y Pasieguito en el Valencia. Ocupaba tres cuartas partes de la zona de medios y así facilitaba la labor del resto.

Iñaqui Eizaguirre, ayer, no pudo evitar la emoción y lo recordó como «amigo entrañable, extraordinario deportista y compañero admirable». En 1991, en Maracaná, Di Stéfano me presentó a Zizinho, ídolo brasileño, y éste aún recordaba el marcaje a que le sometió Puchades en el Mundial. Ambos formaron parte del equipo ideal de 1950.

Posdata. Puchades era el murciélago del escudo y parte de las cuatro barras.