Ely del Valle

Pucheritos

La Razón
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Pedro Sánchez ha ido a Bruselas para pedirle a Tsipras que presione a Podemos para que le deje mandar. O sea, que la penúltima estrategia del líder socialista, que a estas alturas ya no puede evitar que nos acordemos de aquellos días patéticos en los que Artur Mas estaba dispuesto a entregar hasta los empastes a cambio del apoyo de las CUP, pasa por dejarse apadrinar por el presidente de un país amenazado por los acreedores internacionales y que ni siquiera es de su partido, por mucho que el griego haya acudido a la cumbre de los socialistas europeos en calidad de observador (no me pregunten por qué los socialistas europeos necesitan un observador porque yo tampoco tengo ni idea).

Es fácil imaginar la panzada de reír que se debe estar pegando desde ayer Pablo Iglesias, que, a este paso, no va a tener más remedio que terminar por darle su apoyo, aunque sólo sea en agradecimiento por hacerle pasar tan buenos ratos en un momento en el que los ajustes organizativos de sus círculos sólo le acarrean disgustos.

Se desconoce si el siguiente paso de Pedro «el desesperado» será invocar al espíritu de Chávez para que también ponga su granito de arena o si una sola palabra de Tsipras bastará para salvarle, pero el espectáculo de su secretario general haciéndole pucheros al líder de Syriza debería ser suficiente para que el Comité Federal del Partido Socialista se replantee muy seriamente si la situación no se les está yendo de las manos.

Mucho se ha especulado en estas semanas sobre hasta dónde estaría dispuesto a llegar Sánchez a cambio de conjurar el maleficio de aquel «usted no va a ganar estas elecciones» con el que Rajoy le espetó en el durísimo rifirrafe televisivo que mantuvieron en la campaña electoral, pero ni los analistas más imaginativos del país se habrían atrevido a llegar tan lejos.