César Lumbreras
Pueblos en fiesta
Hoy no toca la declaración de Cospedal, ni el caso Bárcenas, ni Picardo, que tiene la cara más dura que los bloques de hormigón que ha hundido en el mar, provocando además un conflicto diplomático entre España y el Reino Unido. Tampoco toca la bajada de la prima de riesgo ni las subidas de la Bolsa. Hoy toca escribir de la fiesta de la Virgen, San Roque y, si se me apura, de su perro. Durante estos días la mitad de los pueblos de España celebran sus fiestas patronales y sus calles bullen de alegría y de actividad, gracias a los que habitan allí todos los días y a los refuerzos que llegan desde el exterior. Pero este frenesí festero es un espejismo, aunque bienvenido sea. El que vaya por los pueblos más pequeños de nuestra geografía puede llevarse la idea equivocada de que siempre es así. Para conocer y palpar la realidad de estas localidades hay que darse una vuelta por ellas, no ahora, sino cualquier martes de noviembre o de febrero, por ejemplo. Se encontrará con una población escasa, envejecida, casi ausencia de niños y de personas jóvenes, problemas para contar con los servicios que hoy consideramos básicos, como sanidad, educación, telecomunicaciones de última generación (enviar un correo electrónico puede suponer una auténtica odisea) o simplemente para hacer la compra diaria. Por eso los jóvenes no se quedan en ellos. El Gobierno pretende que estos municipios se fusionen y lo plantea claramente en su proyecto de Ley para reformar la Administración Local, que ha presentado recientemente. No sé si será la solución. Lo que sí sé es que, más allá de las fiestas de estos días, nuestros pueblos pequeños se mueren.
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