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La Razón
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A Trappattoni le encanta el Atlético de Simeone y a Xavi no le gusta. Menotti prefiere ver un partido del Rayo antes que uno del Atlético... A quien ama el fútbol sin colores, sin bufanda que agitar, sin escudo que besar, sin necesidad de declarar que se es del Barça desde pequeñito, tras estancia en el Real Madrid y para despiste general desear un triunfo madridista en esta Liga –léase Alfonso (con Pérez equivale al Coliseum)–, el despliegue del Cholo no es para tirar cohetes. No embelesa, ni encandila ni enamora; pero trasciende porque su idea del fútbol supera cualquier barrera. Está concebida para ganar. Y lo hace. Aunque el desarrollo de un partido rojiblanco sea un suplicio para el contrario y un acto de fe para el espectador.

Encuentros como el del sábado con el Rayo, cuyo dominio alcanzó ¡el 68 por ciento en el Calderón!, es adquirir una entrada para un martirio. El seguidor local no dejó de sufrir durante 90 minutos y su corazón bombeó el doble a partir del 1-0, que es cuando el equipo optó por el repliegue. Le fue bien, como contra el Bayern en idéntica situación. Era el segundo ensayo para hoy en el Allianz. El 1-0 es un magnífico resultado, meterle un gol a Oblak es muy difícil y que no suene la flauta en un contragolpe, casi imposible. Aunque el Bayern es un equipazo y juega muy bien, hay otra razón para el optimismo: el esfuerzo, el espíritu de lucha, el trabajo que hace cada jugador atlético para salir airoso de cualquier trance. El ejemplo por antonomasia de esta aseveración es Gabi, el «Tres pulmones». Es el brazo ejecutor de Simeone, el que corre hasta morir, y este partido, como dice Torres, es a vida o muerte.