Alfonso Ussía

Pulpos y yeguas

Una de las pérdidas más unánimemente sentidas por el fútbol español fue la del pulpo «Paul», el pulpo vidente, el cefalópodo octópodo y pitoniso, de nacionalidad alemana, que vaticinó el triunfo de España en el Mundial de Sudáfrica. Un pulpo valiente y libre, que adelantó la victoria de España en la semifinal frente a la selección de su país, Alemania, sin titubeos ni dudas. Antes pulpo profesional que patriota.

Carezco de sus cualidades. No soy vidente y me guardo mucho de vaticinios para esta noche. Algo intuyo, pero no quiero gafarme. El fútbol es nido de personajes prodigiosos. Los videntes aciertan por su insistencia, no por poderes mentales ajenos a la normalidad. Recuerdo a un reputado mago del futuro vaticinar durante ocho años seguidos la boda del Príncipe. Falló durante los siete primeros años y acertó en el octavo. El gran poeta de las marismas del Guadalquivir, Fernando Villalón, ganadero, jinete, arúspice y nigromante, predijo el éxito de una corrida de toros de su ganadería. Le devolvieron cuatro toros al corral, y los dos que cumplieron su cita con la muerte lo hicieron con banderillas negras clavadas en el morrillo. Soy muy prudente con los vaticinios. Mi mayor éxito, cuando a falta de seis minutos para el final de un partido, y con el resultado de 0-4 a favor del Real Madrid, me atreví a adivinar que los merengues tenían muchas posibilidades de triunfo. Y se cumplió, lo cual me produjo una doble alegría.

Fallecido el pobre «Paul», que hoy estará gozando del cielo de los cefalópodos, el triunfo o el fracaso pasan por las manos de una farmacóloga balcánica, doña Marijana Kovacevic. No es vidente, pero sana las lesiones musculares con rapidez inaudita mediante inyecciones de células madre de placenta de yegua. El gran delantero del Atlético de Madrid – y es de esperar que de la selección de España– Diego Costa parece haber curado su rotura muscular gracias a doña Marijana. Y es probable que esta noche salga a disputar al Real Madrid la final de la Copa de Europa sobre el césped del estadio lisboeta con el propósito de amargarnos a los madridistas la armonía anímica. También está lesionado Cristiano Ronaldo, pero el fenómeno portugués ha preferido encomendarse a los doctores y fisioterapeutas de toda la vida, renunciando a las milagrosas células de placenta de yegua, a las que me refiero con todo respeto, no vaya a acusarme de machista doña Elena Valenciano. Para mí, las células madre de placenta de yegua son respetabilísimas y no entra en mis planes hacer comentarios o bromas de mal gusto concernientes a su condición femenina. Faltaría más.

Pero se pierde romanticismo con el cambio. Donde esté un pulpo vaticinando resultados que se quiten las células madre de placenta de yegua. No hay comparación posible. Aquel descenso del pulpo por las aguas oxigenadas de su urna en pos de nuestra Bandera, despreciando a la de su propia nación y a la de Holanda en los momentos previos a la gran final, es imagen de imposible superación. En una final como la que se va a disputar esta noche entre los dos grandes clubes madrileños, es lástima que no compitan sus mejores jugadores en condiciones óptimas. Temo las recaídas, e intuyo que las células de yegua van a tener muy poco que ver con el resultado final. Un resultado que no adelanto por mi pésima capacidad para el vaticinio, pero eso sí, las figuraciones no cuestan, y veo al fantasma del fallecido «Paul» descendiendo hacia el fondo de la urna y posando sus ocho brazos sobre una bandera blanca. Se trata de un sueño, no de una predicción.