Cástor Díaz Barrado
Que se acabe
Hace seis años que comenzó la guerra en Siria y la situación, en la actualidad, es absolutamente calamitosa. Los daños que ha producido este conflicto son incalculables desde todos los puntos de vista. El dolor humano de la población siria es inmenso y nada podrá reparar las sistemáticas y generalizadas violaciones de los derechos humanos que se han producido. El Consejo de Seguridad continúa impasible y ausente. Las reuniones de Ginebra siguen demostrando que no son suficientes para poner fin al conflicto. La comunidad internacional no es capaz de buscar soluciones que, al menos, impidan que los sirios sigan sufriendo. No debemos acostumbrarnos a un enfrenamiento así y, aún menos, debemos resignarnos a la desolación. Siria se encuentra destruida. Sus habitantes han huido, en una gran mayoría, de las nefastas consecuencias de los enfrentamientos e, infortunadamente, no encuentran una acogida fácil en otros lugares del planeta. Esto es, sin duda, lo peor: el sufrimiento que padece la población siria. No puede haber ningún interés político o económico ni estratégico que justifique esta situación. Nada justifica el dolor humano. Siria está destrozada. Su patrimonio histórico y cultural hace tiempo que dejó de estar en riesgo de destrucción y, buena parte de él, está ya destruido. Alepo y Palmira, entre otros muchos lugares, se han desangrado. Deberían aclararnos qué hay detrás de todo esto. Ni la realidad internacional ni la defensa de los intereses por parte de los Estados pueden llevar a una situación así. No podemos esperar a que el tiempo nos identifique a los responsables. Siria está en un estado de desolación. El sufrimiento es inmenso y no sirve ningún tipo de excusas. Sólo cabe poner fin, de una vez por todas, a las violaciones de los derechos humanos que están aconteciendo. No se puede seguir así. La humanidad está perdiendo en la batalla de Siria. Hay una responsabilidad común y compartida. Que se acabe tanto sufrimiento.
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