Enrique López
Refugiados y solidaridad
La reciente crisis migratoria que se está produciendo en Europa como consecuencia de la guerra en Siria está suponiendo un problema de magnitud histórica para Europa, y no sólo por el número de refugiados al que debe enfrentarse, sino por los debates morales, legales y también políticos que se está produciendo. Ésta es una situación que debería extraer de cada uno de nosotros lo mejor y no lo peor, que debería unirnos y no dividirnos, haciendo política de barrio. Lo primero que deberíamos dejar claro es quién es el responsable de que cientos de miles de ciudadanos sirios se vean en la necesidad de abandonar su país, y creo que la pregunta es relativamente clara. No es mi intención hacer una reflexión sobre la guerra en Siria, hay expertos a los que debemos acudir para poder entenderlo, pero lo que parece claro es que se está ante un conflicto asimétrico, heterogéneo y en el que se mezclan muchos intereses, políticos, religiosos y sobre todo geoestratégicos, llegando alguno de estos expertos a enmarcar este conflicto en una nueva Guerra Fría entre Rusia y Estados Unidos por el dominio de la región. Sea lo que sea, lo cierto es que gran parte de la población se ve obligada a huir, por un lado de un Gobierno que ante reivindicaciones populares exigiendo democracia, libertades públicas y respeto a los derechos fundamentales, responde masacrando a la inocente y desarmada población al margen de la guerra con grupos rebeldes; por otro lado, se ve amenazada por la irrupción en el país de elementos del Estado Islámico que pretenden convertir estas reivindicaciones de libertad y democracia en sometimiento a la barbarie del extremo islamismo. En la mayor parte de las zonas donde el Gobierno ha perdido el control, los grupos rebeldes islamistas como el Estado Islámico y Al Nusra han instaurado un califato panislámico regido bajo la ley islámica, que se ha caracterizado por un desprecio de las libertades, y de los derechos humanos, y una apología del terror. Esta población que huye de esta sangrienta sinrazón se convierte legalmente en refugiados cuando cruzan una frontera internacional porque corren el riesgo de ser perseguidas o han sido perseguidas en su país.
Estos ciudadanos adquieren unos derechos reconocidos internacionalmente por diferentes tratados, siendo el más importante la Convención de las Naciones Unidas sobre el Estatuto de los refugiados, así como la Declaración de Cartagena sobre los refugiados.
Este escenario se ha repetido mucho en el mundo a lo largo de la historia, pero desde Europa se veía con distancia, salvo países como España o Italia que conocen esta situación a través de la presión migratoria africana, en la que sin ser tratados como refugiados, sufren en sus países una penuria y a veces conflictos bélicos que también exigen un trato solidario. Este problema no se va a resolver en breve, y requiere responsables políticos en los gobiernos y también en la oposición que den la talla, y no solo pose y postureo. No estamos ante una carrera para decidir quién es el más solidario, sobre todo con lo ajeno, sino ante una grave coyuntura que exige soluciones posibles y reales.
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