José Antonio Álvarez Gundín

Refutación del cenizo

De la encuesta del CIS publicada ayer conviene advertir de que fue realizada antes de que Elena Valenciano se hiciera mármol y pronunciara su frase para la historia: «Para mí fueron lo mismo Jesucristo, el Che Guevara y Felipe González». El vuelco electoral que puede provocar este deslumbrante autorretrato intelectual invalida el barómetro y esteriliza sus previsiones. Ya nada será igual, al menos para el PSOE, que sale muy desfavorecido en la foto. Aunque no lo parezca, el partido de Rubalcaba sigue cavando tras haber tocado suelo. Del sondeo del CIS se transluce un cierto hartazgo ciudadano contra los cenizos, que según la definición de Rajoy vienen a ser aquellos predicadores del desastre empleados a jornada completa en recordarnos que polvo somos, polvo seremos y por el camino nos encontraremos. Ni la apología de la catástrofe ni el alarido desgarrador parecen conmover a la gente, ya escamada de tanto escrache anímico. De otro modo no se entiende que el único partido en mejorar sus expectativas electorales sea el PP, mientras que toda la oposición baja. Que el partido del Gobierno suba en las encuestas, tras dos años de granizada y vendaval, sólo tiene explicación desde la metafísica. Pero que la izquierda retroceda en bloque, aunque sea unas décimas, entra en la categoría de fenómeno paranormal. Una especie de «poltergeist» en el que se mezclan frases lapidarias con una pasión destructora elevada a argumentario político. En realidad, lo que el CIS describe es una moción de censura en toda regla a una oposición encasquillada en el «no» y abonada a la protesta dominical. Es la enmienda a la totalidad a una izquierda que no ofrece alternativas razonables, que predica cosas distintas según la región y que apostrofa en España lo que bendice en Francia. Así no la salva ni una lumbrera como Valenciano.