Alfonso Ussía

«Rodrigued»

Aparte de unas cuantas lecciones de Gramática, para no cometer faltas de ortografía, hay que leer. Las palabras son signos, imágenes que se archivan en el intelecto. El lenguaje oral no siempre coincide con el escrito.

En Barcelona «Madrid» se pronuncia «Madrit» y en Granada «locales», «locala». Los acentos diferentes de nuestra querida España permiten ese tipo de licencias. Los gallegos, eliminan en los hablares la pronunciación de la «C» que a la «T» antecede. «Correto», «perfeto», y «tato», si bien cuando lo escriben lo hacen sin falta, «correcto», «perfecto» y «tacto». Los que se limitan a leer mensajes de móviles y sentencias tuiteras escriben cada día que pasa peor en su idioma. La «k» ha suplantado a la «q» y las palabras se usan siguiendo el mandato del oído, no de la mirada de la lectura. De ahí vienen los nombres extravagantes que se multiplican en América del Sur. «Yusarmy», es la versión coloquial y onomástica de «US Army», y «Verenice», nombre muy habitual entre las mujeres, no es otra cosa que «very nice». Y en la Baja Andalucía decir «me gusta la casa» puede significar simultáneamente la preferencia por el calor del hogar o la afición a la caza, ya sea de pelo o pluma.

Lo conté en su día. José María García, gran periodista e inventor del periodismo deportivo de la actualidad, pronunciaba «Madriz», «Valladoliz» y «verdaz». Santiago Amón, con su sabiduría y sutileza, se lo hizo ver. «José María, Madrid, Valladolid y verdad finalizan en una “d” líquida que se deja sentir sin ser pronunciada. Pero lo de la “z” es una vulgaridad indigna de tu categoría en la comunicación». Y se esforzó. Pero su entrega al trabajo radiofónico le impedía la lectura, la formación en su cerebro de los signos y dibujos de la palabra, y el esfuerzo le jugó una mala pasada. Era su cliente publicitario más importante Cepsa, gran empresa presidida por Alfonso Escámez. Y García, después de los consejos de Amón, cuando hablaba de Escámez lo hacía de «Escámed», lo cual resultaba bastante divertido.

En un «tuit» de su cuenta, la dirigente de «Podemos» en Andalucía, Teresa Rodríguez, le ha recomendado a Susana Díaz que se lo piense, «porque queda un mes para la “embestidura”». Si se trata de una ironía, se me antoja excesivamente vehemente. Pero temo que ha confundido, por aquello del lenguaje coloquial de terraza, tapa y cigarrillo «embestidura» con «investidura», que no es lo mismo. Por otra parte «embestidura», que es voz correcta, tiene idéntico significado que «embestida», es decir, «acción y efecto de embestir». O está anunciando una acción de embestir contra Susana Díaz, o está llamando «vaca» a la Presidenta de la Junta de Andalucía en funciones, lo cual se halla muy alejado de la buena educación y el conveniente respeto. Simultáneamente, si Teresa Rodríguez adelanta su intención de embestir en la investidura –ahora sí– a Susana Díaz, está reconociendo públicamente que sus instintos son similares a los de las vaquillas de «Zahariche», que así se llama la dehesa en la que nacen, crecen, disfrutan y viven las reses bravas de Miura, míticas y tremendas.

No creo que Teresa Rodríguez se las gaste de esta guisa. Para mí, que ha confundido «investidura» con «embestidura», y su vehemencia le ha impedido consultar previamente la corrección ortográfica y conceptual de su mensaje. Jesús Gil, uniendo «estentóreo» y «ostentoso» acuñó el término «ostentóreo», que no es mal hallazgo, pero este caso es diferente.

O Teresa «Rodrígued» –como «Escámed»–, tiene muy malas intenciones o está obligada a dar unas cuantas lecciones de Gramática y leer un poquito más.