Alfonso Ussía
Saltadora II
El día 3 del pasado mes de julio escribí en esta página a Ruth Beitia. El presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, desatendiendo la cortesía parlamentaria, se había referido a ella, diputada autonómica por el Partido Popular, como «la saltadora». Una montañesa, santanderina, con 37 años de edad, rodeada de medallas nacionales, europeas y mundiales, la más grande representante de La Montaña en el deporte de toda su historia, merecía mejor trato. Quedaban lejos los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Ruth Beitia es además de la mejor –compite directamente con Nadal–, deportista de España, una mujer – también lo comparte con Nadal–, sencilla, simpática e inteligente. Y si alguien intenta pisotearla, le sobra talento para responder. Cuando le preguntaron el motivo de su desinterés por las palabras de Revilla, respondió: «No me interesan las personas que hablan de todo. Para eso tenemos a Belén Esteban». Su españolismo se reúne en su paisaje. Es una enamorada de Santander y su tierra. No es complicado encontrarla en la calle saludando a todos y con la sonrisa siempre dispuesta. Me ha gustado lo que ha dicho después de lograr la mayor gloria a la que puede aspirar una atleta. La medalla de oro de unos Juegos Olímpicos en una especialidad tan difícil como el salto de altura. Ruth Beitia es la primera española que lo alcanza, después de decenios de esfuerzo, trabajo y entrenamiento de la mano de Ramón Torralbo, que además de su entrenador, es su amigo del alma. Y ha dicho: «Se lo dedico a España, a mi gente, a mi Santander, el mejor lugar del mundo...¡me río yo de Copacabana!».
El abrumador y glorioso palmarés de Ruth Beitia, coronado con la medalla de oro de Río de Janeiro, molesta a una minoría de resentidos, vagos, golfos, envidiosos, torpes y tontísimos que odian a su Bandera y desean convertir a España en una sucursal de Venezuela o Cuba. Le acusan de pertenecer al PP, como si esa pertenencia fuera la que le ha llevado a saltar un metro noventa y siete centímetros. El PP es un partido democrático que cuenta con el apoyo social más numeroso de España. Y Ruth Beitia es una atleta prodigiosa que ha tenido la suerte de nacer en una nación libre, y dentro de esa nación, en un paisaje insuperable. Río de Janeiro está muy bien para pasar tres días. Santander, para toda una vida. Ahí está la diferencia. Conociendo a Ruth Beitia, que se ha recorrido de triunfo en triunfo y de esfuerzo en esfuerzo todo el mundo, es sencillo figurar que sólo le procura igual o mayor ilusión que una medalla, saber que Santander la está esperando.
¿Premio Príncipe de Asturias? Lo tendría que tener ya en su fabulosa vitrina. Pero no lo barrunto con seguridad. El premio Príncipe de Asturias –ahora Princesa–, del Deporte tiene un jurado rarito. Se lo negó a Alfredo Di Stéfano. Se trata de un Jurado con aspiración de trascendencia internacional, y sus miembros son capaces de olvidar por causas ajenas al deporte a Ruth Beitia, y galardonar a Kun-Kun-Chunguín, una coreana que ha ganado seis campeonatos del mundo de ping-pong, aunque no exista. Todavía no le han desposeído a Rigoberta Menchú de su premio, habiendo falsificado más de la mitad de su biografía. Y tampoco se lo concedieron al genio de los entresiglos XX y XXI de España, Antonio Mingote, por haber sido alférez del Ejército nacional durante la Guerra Civil. De haber combatido en el campo republicano, su obra inmensa y torrencial de arte y sabiduría, se hubiera impuesto a las mediocridades que borraron su nombre del orden del día del Jurado de Comunicación y Humanidades.
Es posible que el Príncipe o Princesa de Asturias –no es buena idea la de cambiarle el género a un Premio ya instituido–, del año en curso vuele hacia las manos de Ruth Beitia. Todo es posible, incluso el milagro de una elección acertada. Y escribo «milagro», porque los jurados buenistas y pretenciosos del Premio Princesa –antes Príncipe–, de Asturias pueden dejarse influir por quienes consideran que trabajar sin descanso durante décadas, ganar medallas en España, Europa y el Mundo, y conseguir la medalla de Oro de unos Juegos Olímpicos no merecen el alto galardón porque Ruth Beitia se cubre con su Bandera de España, se emociona al oír en su honor el Himno Nacional, y es diputada del Partido Popular. ¡Qué se habrá creído!
En el día de hoy, 22 de agosto, aquí en Ruiloba, Cantabria, a 40 kilómetros de Santander, me he reunido conmigo mismo, y entre mi persona y conmigo mismo hemos decidido conceder a Ruth Beitia, el Premio Príncipe o Princesa de Asturias que no le van a dar a pesar de su portentoso historial deportivo logrado, siempre, en nombre de España.
Firmo y rubrico el acta, y la envío a Oviedo por mensajero.
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