Francisco Marhuenda
Sánchez y las elecciones en abril
La manifestación celebrada ayer en Madrid fue un éxito, pero las interpretaciones son diversas. En cualquier caso, la lectura hubiera sido la misma para los diferentes partidos sin importar el número de asistentes. Sánchez y sus asesores han acuñado el término “derechas” para descalificar a sus rivales y hay que reconocer que lo utilizan como si fueran auténticos papagayos. Los periodistas de izquierdas, que son una gran mayoría en este país, lo han comprado con un fervor que roza lo religioso y cuando se ven acorralados sacan a pasear Gurtel y la corrupción del PP como si fuera una preciada reliquia que cuidan con una devoción encomiable. Son auténticos creyentes, aunque es verdad que a muchos no les gusta Sánchez pero lo defienden como si fuera el nuevo mesías de la izquierda. Cualquier cosa antes de perder un poder que siempre es generoso con ellos, aunque tampoco les ha ido mal con la derecha. No me cuesta reconocer que son un “ejército” bien organizado con una disciplina que eclipsaría a las falanges macedónicas o los tercios españoles y que enfrente tienen al caótico ejército de Pancho Villa. A pesar de ello, estoy convencido de que la izquierda fracasará en las urnas, porque los españoles no son tontos.
Es cierto que la manifestación, convocada el miércoles, no ha sido un éxito apabullante sino simplemente un éxito. Es una lástima que no exista en España un método fiable y aceptado por todos para medir los asistentes a una manifestación. Lo fundamental son las consecuencias.
En primer lugar, Sánchez tiene la oportunidad de convocar elecciones en abril intentando situarse en el centro y dirigiendo sus esfuerzos hacia los votantes socialistas. Es apelar al voto del miedo, una vez más, que siempre le funciona bien a la izquierda aunque se lo achaquen a la derecha. No hay más que recordar el doberman que sacó a pasear González en 1996 cuando estaba desesperado ante su segura derrota ante Aznar y al menos consiguió que no fuera más humillante. Sánchez es un resistente y hará de la necesidad virtud. Por una parte está el espantajo de las “tres derechas” como si fuera una camada de lobos feroces dispuestos a acabar con el Estado del Bienestar, la igualdad de la mujer y cualquier otro despropósito que se le ocurra al presidente del Gobierno y su equipo. Tiene la ventaja, además, de contar con la colaboración de los periodistas afines que no es que sean multitud sino una auténtica legión.
En segundo lugar tiene a los independentistas que no le han querido apoyar. Es increíble que no caigan seducidos ante el estadista de La Moncloa que ha conseguido en seis meses acabar con la hegemonía socialista en Andalucía. Estoy un poco torpe porque acabo de recordar que Sánchez es del PSOE y quien gobierna ahora allí es una coalición de PP y Cs gracias al voto de VOX. El que no le voten los presupuestos es un chollo para Sánchez que tiene la excusa perfecta para sacar a pasear los argumentos simplones de su fervor constitucional y su negativa a cualquier cesión cuando hace unos días le parecía genial la irrupción de un mediador o relator.
Finalmente tiene la oportunidad de celebrar elecciones antes de las municipales y autonómicas marcando el terreno a los líderes autonómicos de su partido que tendrán que ir a remolque suyo. Lo único que le interesa es seguir en el poder, tanto en el interior del partido como mantenerse en La Moncloa para lo que necesitará contar, en la hipótesis de que el centro derecha no tenga una mayoría suficiente, con el apoyo de los independentistas, Bildu-etarras y antisistema.
Hasta este domingo creía que Sánchez agotaría la legislatura, pero resulta lógico que adelante al mes de abril. Es un panorama político muy volátil e incierto, donde todo es posible, y la verdad es que el centro derecha está en proceso de reconstrucción con PP, VOX y Ciudadanos, aunque ese espectro ideológico está muy motivado y creo que nadie se quedará en casa el día de las elecciones salvo causa mayor. Los votantes saben que Sánchez está dispuesto a ceder ante los independentistas. Lo hemos visto esta semana y no es, desde luego, ninguna exageración. Es una situación muy inquietante y será un motor de movilización extraordinario. La inquietud de los dirigentes socialistas es el mejor termómetro de lo que está pasando y su angustia ante una previsible derrota en las municipales y autonómicas tras el éxito de Sánchez y Susana en Andalucía. Y abril es mejor mes para ir a unas generales que cualquier otro de otoño o invierno.
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