Alfonso Ussía

Sanidad fragmentaria

«He venido a pedir un dedo y me han dado hasta el codo». Algo así dijo Javier Arzallus en tiempos de la UCD. Más que hasta el codo. Entregar la Sanidad y la Educación a las autonomías supuso el paso negro de aquella transición añorada. Más aún, a las autonomías gobernadas por nacionalismos separatistas. Los niños aprenden a odiar a España en las «ikastolas» vascas y los colegios de Cataluña. No se trata de un error político, sino de una descomunal irresponsabilidad de quienes creyeron que la excesiva generosidad se convertiría en permanente gratitud. Por otra parte, la excesiva generosidad personal es una virtud, pero si aquello que se da no es un bien propio sino un derecho común, la generosidad roza –por no decir, supera–, los límites de lo admisible para entrar en los espacios del delito.

El consejero de Salud del Gobierno vasco se llama Jon Darpon. No tiene ocho apellidos vascos porque le falla el primero. Además, este comentario escrito no está llamando a la sonrisa sino a la tristeza. Una niña del Condado de Treviño, de la Puebla de Arganzón, murió en España por ser española, castellana, burgalesa. Y murió porque a diez kilómetros de su casa, otros españoles, alaveses, vascos, le negaron una ambulancia. Jon Darpon lamentó el fallecimiento de la niña y culpó a la desorganización burocrática de la Sanidad de la muerte de la pequeña Anne. Pero una grabación publicada por el diario «El Mundo» desmiente a Jon Darpon. La niña Anne Ganuza, de tres años de edad, atacada por el virus de la varicela, murió porque en Vitoria –mucho más cercana a la Puebla de Arganzón que Burgos–, le negaron toda suerte de ayuda. Ni médico, ni ambulancia.

Sanidad con fronteras. Y una frialdad que produce espanto. «Desde aquí, médico de urgencia no os podemos enviar. Os corresponde Treviño». «Es que a mi hija la están atendiendo en Vitoria». «Médico no te podemos enviar». Dicen que está expedientada la receptora de la petición de atención y auxilio a la niña enferma. No es un consuelo. El expediente dormirá muy pronto, y a la niña nadie le devolverá la vida que no le han dejado disfrutar los límites autonómicos. «Estoy esperando a la ambulancia. Se me muere». La ambulancia dependiente del Servicio Vasco de Salud (Osakidetza) no atendió a la niña. Tenía razón la madre. Se le murió.

«No tenemos ningún convenio explícito y firmado con la Junta de Castilla y León en materia sanitaria», respondió Darpon cuando fue cuestionado al respecto. Pasea un castellano por el arcén de la carretera. Sufre un infarto. La mitad de su cuerpo yace en el País Vasco y la otra mitad en Castilla. Sólo sus piernas tienen derecho a ser atendidas. Pasea un vasco por el arcén de la carretera. Sufre un infarto en el mismo lugar. La mitad de su cuerpo está en el País Vasco y la otra mitad, en Castilla. Hasta la cintura le tratará «Osakidetza», y de cintura hasta los pies la Sanidad de Castilla y León, si bien estoy seguro de que sería atendido en su integridad por la Sanidad castellana a pesar «de no tener ningún convenio explícito y firmado con el Gobierno vasco».

Déjense de patrañas. Déjense de mentiras y justificaciones. Esa niña no fue amparada por la Sanidad vasca –aún tratándose en Vitoria–, porque la «Osakidetza» no tiene obligación de atender a las niñas de Burgos. El sabinismo traicionado. Arana fundó el «bizkaitarrismo». Era menos apasionado con Guipúzcoa. Y a los alaveses les decía «burgaleses». Se ha demostrado, una vez más, que Arana sólo pensaba, decía y escribía tonterías, algunas de ellas fronterizas con la barbaridad y la demencia. Una niña ha muerto porque no se le podía enviar a diez kilómetros de distancia médico y ambulancia. «Se me muere». «No os podemos mandar médico».

La Sanidad fragmentaria. Dios nos ampare.