Alfonso Ussía
Sardinas serranas
Respondía con la seguridad de los elegidos. «No, punto. No vamos a entrar en “Podemos”, punto». La insistencia del «punto» origina mucho respeto. Pero los puntos se han diluido. En el valle de Carmona exageran los superlativos. Mi amigo Ricardo Escalante se detuvo en un bar, y dejó sobre el banco de piedra de la entrada su máquina de fotos. El propietario del bar se apercibió del exceso de confianza de Ricarlo y se lo advirtió: «No deje la máquina ahí. Mi mujer es muy ladroncísima». Como en el entierro del padre del «Suave», un gran cazador de La Montaña. Es costumbre norteña celebrar una misa previa al entierro. Y ahí estaban todos los amigos del «Suave» menos el «Suave», llamado así por el tono de su voz, casi imperceptible. El «Suave» vivía a treinta metros de su padre y a cuarenta de la pequeña iglesia y el cementerio adherido. Pero no acudió ni a la Misa ni al cementerio. Finalizado el necrológico proceso, los amigos del «Suave» fueron a su casa. Y ahí se lo encontraron, apaciblemente sentado en la solana, con una botella de vino blanco y unos taquitos de jamón en concepto de compañía. –¿Por qué no has bajado al entierro de tu padre?–; –porque era muy villanísimo–.
Los políticos son muy mentirosos. También los periodistas, los diplomáticos, los futbolistas, los agentes de seguros , los historiadores, los filósofos y los escritores. Los últimos disfrutan de la amnistía de la imaginación. Escribe Alexander Lake en su elemental libro de safaris «Rifles y Fieras»: «Me acerqué temeroso al león herido. Pisé una rama seca en la aproximación, y el león me atacó». Así no se escribe. Síntesis de la obviedad. Si un león está herido, y se aproxima un cazador haciendo ruido, el león siempre ataca. No hay literatura en ese párrafo infumable. Un escritor de verdad hubiera regodeado el momento con figuraciones atractivas. Por ejemplo: «El león aparentemente estaba muerto, pero al sentir mi presencia, alzó la cabeza y después de soltar un estremecedor rugido, mirándome a los ojos, me dijo: «A ver si disparamos mejor, imbécil». Ahí triunfa la literatura y se perdona la mentira.
Tania Sánchez, la que firmaba subvenciones a favor de su hermano sin saber que era su hermano el beneficiado, la de «no, punto, no voy a entrar en “Podemos’’, punto», sería en Carmona «muy mentirosísima», «muy falsísima», «muy embusterísima» o «muy engañosísima». En Madrid es simplemente, una mentirosa. Porque sus declaraciones públicas antes de ser admitida por su Pablo Iglesias de sus entretelas están en las hemerotecas y los archivos de las cadenas de televisión: «¿Entrará usted en “Podemos”?». «No, porque “Podemos” y yo tenemos culturas distintas» (6/2/2015); «¿Ingresará usted en “Podemos”?». «No, porque es evidente que yo soy de Izquierda Unida, aunque ya no sea militante», (7/2/2015). «¿Entrará usted en “Podemos?». «Es un punto y aparte. Jamás entraré en “Podemos”». (15/2/2015). «¿Entrará usted en “Podemos?». «No; me dedicaré con todas mis fuerzas a construir un referente político que acoja a todos aquellos que no se sienten reflejados en “Podemos”». (10/3/2015)
Pero los calores han destrozado sus altas y fuertes murallas. Los calores son «muy putísimos» y hacen estragos en las resistencias de las dirigentes políticas cultas y admirables. Tania Sánchez ha sido, o es, la compañera sentimental de Pablo Iglesias, sin renunciar a su condición de comunista de Izquierda Unida. Porque entre una comunista de Izquierda Unida y un estalinista de «Podemos» se establece una gran diferencia
Cronológica. La comunista está en 1918 y el estalinista en 1940. Pero no impide esa notable distancia en los tiempos que el amor fluya, que canten los pájaros de la pasión, que Venus y Príapo se conjunten y ya en el descanso sosegado de la almohada, las palabras del eximio profesor siembren las dudas en las orejas de la Mariana Pineda de Rivas Vaciamadrid. Y es lo que ha sucedido para que al fin, inesperadamente, Tania Sánchez haya manifestado: «Estoy disponible para participar en la lista de Pablo Iglesias». Y estará con plena seguridad, porque las listas de «Podemos» las hace Pablo Iglesias a su antojo, en su despacho, en su productora, en sus viajes a Bruselas, en sus retornos de Bruselas, y según los peor intencionados, también en la cama.
Más falsa que una sardina serrana o una liebre nadadora que con su presencia en la mar abierta aterroriza a las orcas. Una mentirosa aprovechada que cubre su fracaso con el abrazo del maromo. Y en Carmona, «muy mentirosísima».