Alfonso Ussía
Se opera, no abdica
El Rey no está educado ni formado para abdicar. Resulta curiosa la relación de los que han pedido su abdicación. El repolludo socialista catalán Navarro, mucho más cercano al nacionalismo que al socialismo, el PNV, ERC e Izquierda Unida, que es la coalición del pemanente descontento en un sistema democrático. Los comunistas sólo se sienten felices si mandan y se prohíbe la existencia del resto de los partidos. Y por supuesto, la Corona, como símbolo del nexo de todos los territorios españoles, les repatea.
Ha manifestado el singular dirigente de ERC, Oriol Junqueras, que España perderá Cataluña de igual forma que perdió Portugal, Cuba y Holanda. Se refiere a Cataluña como si ésta hubiera sido en algún momento una nación o un Estado. Si así se lo sugiere el ánimo, nadie soy yo para oscurecer la alegre falsedad de Junqueras, y aún menos sus sueños soberanistas, pero me parece que les va a salir muy caro el montaje de la tienda y que al final, la tienda se va cerrar antes de ser inaugurada.
Vamos al Rey. Hasta Oriol Pujol comentó que con el Rey el problema de la escisión de Cataluña es más insuperable que con el Príncipe. Se equivoca. El Rey no se opone a lo que el Príncipe pudiera permitir, porque uno y otro están obligados a guardar y hacer guardar la Constitución. La desaparición del Rey, tan machacado en los últimos meses por los huesos, las críticas y los chismes, no llevaría a un proceso de debilitamiento de la Corona, que es lo que desean los nacionalistas y los comunistas en España. Una Monarquía Parlamentaria no varía como consecuencia de la actitud del titular de la Corona, porque sus competencias están perfectamente delimitadas. Eso sí, la personalidad del Rey, aún imperante a pesar de algunas malas verdades y muchas perversas calumnias, les recomienda la cautela. Eso de los niños. El Rey les da corte, escrito sea con minúscula porque la Corte ya se encargó el propio Rey en hacerla desaperecer para fortuna de la Institución. Aún recuerdan algunas nobles señoras su audiencia en La Zarzuela en los primeros años del reinado de Don Juan Carlos. Se fueron a ofrecer al Rey para ocupar los huecos de la vieja Corte. –Señor, le pedimos que nos digne con el cargo de Camareras de la Reina–. Y el Rey les agradeció el detalle y el ofrecimiento. –Muchas gracias en nombre de la Reina y en el mío. No necesitamos camareras. En mi caso, necesito una cocinera, porque la Reina es vegetariana y aquí se come fatal–.
Le pesará a muchos de sus enconados y florecientes detractores, pero un Rey que no está educado para abdicar, se muere Rey. Se lo comentó días atrás a un grupo de altos mandos militares. «Roosevelt ganó una Guerra Mundial en una silla de ruedas». Es de esperar que el Rey no precise de ese artilugio rodante para seguir cumpliendo con sus obligaciones constitucionales. Ningún político oportunista va a influir en su decisión de permanecer, sí o sí, en lo más alto de la jefatura del Estado. El Rey, como su Padre Don Juan, tiene fuerte la armadura y anchas las espaldas. Mientras sean las piernas las que le fallen, la abdicación es una quimera sólo anhelada por los más enfervorizados enemigos de la Corona. Otra cosa es la cabeza. Pero mucho me temo que la tiene más clara y brillante que Pere Navarro, por poner un ejemplo de muy fácil comprensión.
Una operación quirúrgica es sólo eso. Una intervención para sanar dolores y limitaciones físicas. Nada más. El Rey se opera, pero no abdica.
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