Ely del Valle

Se va el doctor No

La Razón
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Se va Sánchez y, tras de sí, deja un partido hecho cisco por culpa de su inoperancia y vanidad. Se va peloteando a los periodistas y sin entender cómo es posible que un señor tan feo como Rajoy le machaque una y otra vez en las urnas. Se va alardeando de cumplir con su palabra, que no es la que le dio a Felipe González ni la que le dio a su Comité Federal, y después de pasar el bochorno de ver cómo le dimitía media ejecutiva y de perder la votación que dos días antes aseguraba que iba a ganar.

Se va Pedro Sánchez y lo hace con deshonor entre gritos de «pucherazo» y con el demérito de haber conseguido llevar al PSOE a sus más altas cotas de desprestigio; con todos sus antecesores en contra, con su «no es no» a cuestas, con su mano tendida a los independentistas colgando de un cabestrillo y unos cuantos enemigos –los muertos que él mato, ahora gozan de buena salud– aplaudiendo al paso de su cadáver político. Se va Pedro y con él se lleva los resultados «históricos», los berridos de Miquel Iceta, el libro de Pablo Iglesias, a César Luena, y a su señora esposa, ésa que abroncó a Vicente Vallés y posaba en los «photocalls» como la reencarnación de Ana de Mendoza, primera propietaria del Palacio de la Moncloa.

Se va Sánchez, pero lo hace con el escaño a cuestas y, según Revilla – la fuente invita a poner la información en cuarentena–, sin renunciar a presentarse a unas primarias, lo que evidenciaría que, efectivamente, hay algunos que cuando se les dice que no, hay una parte que no entienden.

Se va creyendo que volverá porque es guapo, listo y como presidente sería una hermosura. Se va Pedro sin darse cuenta de que sólo ha sido un error: seguramente el mayor que ha cometido el PSOE.