Julián Redondo

Sin recambios

La Razón
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Dos amistosos, dos porteros testigos presenciales (los contrarios), dos empates, dos chascos y un fútbol de perfil tan bajo que la Selección española resulta irreconocible. Costó décadas, casi un siglo, encontrar un estilo que oponer a la «Furia». Durante años parecía suficiente con apretar las mandíbulas y tirar «palante» con el racial grito de Belauste «¡a mí Sabino el pelotón, que los arrollo!». Ni siquiera apariciones como las de Suárez, Kubala, Amancio, Di Stéfano, Peiró o Gento rescataron al equipo nacional de la vulgaridad, el desencanto y los puestos de consolación, salvo por los goles de Zarra y Marcelino. Dos excepciones. Hasta que el talento rompió barreras sin que la «condición física de base», que decía Luis, inclinara la balanza hacia los altos y fuertes. La irrupción de los bajitos y la firme apuesta del «Sabio» por el fútbol espectáculo propició un reinado de cuatro años durante el cual la Roja accedió a conquistas superlativas: Eurocopa’2008, Mundial’2010 y Eurocopa’2012. Gloria bendita con Luis y con Del Bosque, hasta que el ciclo fue interrumpido abruptamente en Brasil’2014. Errónea elección del lugar de concentración, estrellas en declive, confianza pueril y el insuperable KO de Holanda fueron el aviso del alarmante porvenir. No obstante, y tras un traspié en Eslovaquia, España recuperó el rumbo y se clasificó de nuevo para la Euro... con sensaciones encontradas que, después de un par de amistosos, producen tembleques. La Selección no tiene duende, ni chispa, ni velocidad, ni estilo. Es tan previsible que Italia y Rumanía, respectivamente, han convertido a De Gea y a Casillas en héroes. Luego el problema no está en la portería sino en el puente de mando. Thiago no es Xavi, Koke no es Alonso, Cesc no espabila, Mata no aporta, Busquets e Iniesta no tienen repuesto y la delantera es carne viva. Peligro inminente