José Clemente

Sostenella y no enmendalla

El vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda del Gobierno regional, Juan Bernal, se ha rendido a la evidencia. Los números, las cuentas, se imponen a los deseos por mucho que uno quiera vestirlos y desvestirlos hasta encontrar la imagen que más le apetezca. Bernal ya no está tan seguro como hace apenas unas semanas cuando el Gobierno central, por boca de su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, alertaba del incumplimiento de Murcia del objetivo de déficit del 1,5 fijado en la Ley de Estabilidad. Entonces salió en tromba para asegurar a todos, aunque desconozcamos si se incluía él mismo, que la cifra aportada por Montoro del 2,23 por ciento, poco más de siete décimas por encima de lo previsto hasta por el propio Valcárcel, era del todo errónea, pues las cuentas de la Región estaban al día mientras que las de otras comunidades autónomas no se correspondían con la actualidad. Aún así, y éste es sin duda su gran error, aseguró que el objetivo de déficit previsto del 1,5 por ciento se cumpliría, y que sólo bastaría esperar unas semanas para que pudiéramos confirmarlo. Pero lo único que hemos podido comprobar es que Bernal se ha equivocado en su cálculo, que el déficit no cumple con lo exigido por el Gobierno y hasta por el propio Valcárcel, y que el camino que nos vemos obligados a tomar no conduce a ningún otro sitio que no sea el desolladero. La política, la única política del «Doctor No» nos lleva al precipicio, y si la «vida sigue igual», como dijo el jueves, o «no pasa nada» (porque no se cumpla el déficit), ¿para qué tanto esfuerzo si estamos donde estábamos y, hagamos lo que hagamos, vamos a seguir estando en el mismo lugar? ¿Alguien lo entiende?

Vaya por delante que he defendido desde estas mismas páginas la máxima dureza en la contención del gasto, que sólo apretándonos el cinturón seríamos capaces de plantar cara al déficit y a la deuda, que no se podía mirar para otro lado a la hora de recortar lo que fuese necesario y que los ajustes aprobados primero por Valcárcel y después por Mariano Rajoy, iban en la buena dirección para enderezar una economía que otros no tuvieron el valor o no supieron hacer. Vaya por delante que he aplaudido las políticas valientes para encarar y salir cuanto antes de la crisis, como he criticado que la oposición y sus terminales más afines se dedicaran a tocar la cítara mientras gobernaban y, ahora que ya no lo hacen, incendien la calle y traten de paralizar el país. Vaya por delante, también, que he defendido y con no poco entusiasmo la desaparición de organismos que lo único que hacían era lastrar la navegación de un barco necesitado de mayor velocidad en esta dura travesía de la crisis, así como la transparencia, las cartas boca arriba ante la opinión pública y la implicación de todos para salvar lo humanamente salvable, sin retroceder, sin destruir lo que ya teníamos, pero aplicando con audacia medidas que nos permitieran aguantar la riada y sobreponernos como el junco. Había que hacer lo imposible en el peor de los momentos, pero nunca para volver a empezar, sino para continuar lo andado.

Y, para hacer realidad todo eso, debíamos engrasar y muy bien la maquinaria, tener a punto sus capacidades de respuesta, las ideas muy claras y la contundencia presta. Y aquí se ha fallado. La maquinaria no se engrasó lo suficientemente bien y muchas cosas han chirriado a lo largo de estos dos últimos años como no lo habían hecho los 15 anteriores. Baste como muestra el hecho de que no se haya atado más en corto al Gobierno central en determinados compromisos cuyo efecto ha sido el de desacelerar aún más a la Región. No se ha presionado lo suficientemente a Rajoy para que Murcia dejara de ser la Cenicienta en el asunto de la financiación autonómica. Las reivindicaciones sobre el agua están en dique seco, cuando no algunos de sus barones o baronesas, como Luisa Fernanda Rudi, se suman a la izquierda para decir «tururu» al trasvase del Ebro. Tampoco se ha tenido a punto la capacidad de respuesta dentro y fuera del PP, hasta el extremo de que muchos militantes han hecho dejación de sus obligaciones partidistas y se han rendido a los gritos de la calle. Del mismo modo, el Gobierno regional está ahora mismo confundido porque todo pasa y casi todo queda en Teniente Flomesta, y no precisamente en la Delegación. No pueden las consejerías estar al albur de lo que decida un solo consejero por muy vicepresidente que sea, y aunque se le nombrara para imponer orden y decir muchas veces que «no», el «no a todo» está siendo altamente peligroso porque limita cuando no coarta las iniciativas del resto. Está bien bajar el nivel de tensión arterial para evitar alteraciones, pero sin caer en el encefalograma plano porque eso es la muerte misma.

El PP en su conjunto también parece haberse contaminado de esa contraproducente y relajada actitud ante los problemas. Da la sensación de que se evite todo tipo de confrontación dialéctica, para evitar el tener que dar explicaciones del por qué de las medidas muchas de ellas impopulares. Un PP así, viéndolas venir y sin reaccionar, cruzado de brazos y sin tener ágil el discurso de la explicación de las cosas es un PP a la deriva, que necesita hablar y explicarse más porque son ellos los que gobiernan. Si esa actitud la trasladamos al Gobierno regional, veremos a muchos de sus cargos con responsabilidades políticas rehuir ese debate. Y todo ello, en su conjunto, es la ruina directa. No crean que me he levantado pesimista, sencillamente no doy crédito a lo que veo y oigo, porque los errores se corrigen, no se insiste en ellos, no se trata del «sostenella y no enmendalla».

Ahora, por si faltaba poco, desde el Gobierno central se dice que Murcia no cumple con el déficit, y es ahí donde quiero ver a Bernal. No basta con pedir más dinero del FLA, que también, sino de obligar al ministro a decir la verdad. Si nuestras cuentas están al día y no son lo que dicen, que se aclare. Si otras comunidades incumplen, que se aclare también. Si se ha de corregir el sistema de financiación que nos impuso Zapatero para empobrecernos, que se presione lo que se tenga que presionar para que se haga. Y ese es el trabajo de Bernal, ese y no el de repetir los males que nos afectan y todos los murcianos conocemos porque un informe trasnochado del CES, que acaba de descubrir, los señala uno a uno. Valcárcel lo viene haciendo desde siempre y lo seguirá haciendo, pero el presidente no puede quedarse el último, limpiar el Palacio de San Esteban de arriba abajo y, encima, apagar la luz.