Alfonso Ussía
Su versión
ACayo Lara, el plomo de Argamasilla, el antisistema sistemáticamente obsesionado por imponer su propio sistema –desmoronado por la realidad histórica–, no le convence la comparecencia de Rajoy en el Congreso, bastante tardía en mi opinión, «porque se va a limitar a dar su versión». Se refiere el pelma de Argamasilla de Alba a su versión del «caso Bárcenas». No entiendo bien su disgusto. Si Rajoy comparece y habla, lo lógico es que el Presidente del Gobierno explique en la Cámara Baja su versión, no la de Pep Guardiola, por poner un ejemplo santificado por el buenismo. Cayo Lara, como buen manchego, es un certero cazador de escopeta. Perdiz que vuela a menos de cincuenta metros de distancia de donde se ubica Lara, perdiz que cae como una pelota sobre los campos de cereales o los esqueletos de las viñas. Y no mencionemos a los conejos y las liebres, sus grandes especialidades cinegéticas. En ese aspecto, dueño de una pericia superior a la de su compañero de armas, Diego Cañamero, afanoso cazador de piezas menores en «El Coronil» y su sevillana comarca, y del que dicen que se pone tan nervioso cuando yerra un disparo que se disculpa inmediatamente con el propietario de la finca. «Lo siento, señor marqués. Se me ha ido de ala». Y si algún día yo le ruego a Cayo Lara que me hable de la perdiz roja y brava, aguardaré expectante su versión, no la de Cañamero, y menos aún, la de Manolita Chen, que en paz descanse.
Rajoy, y me pone muy nervioso, tiene sus tiempos, que no coinciden con los míos, más cercanos a la precipitación. Su paciencia, su trabajo y su silencio, incomprendido por muchos entre los que me incluyo, evitó que España fuera rescatada. Se reunió con los grandes empresarios de España y una mayoría aplastante le pidió el rescate. Hoy nadie habla de aquel dilema terrible, que de haberse decantado por el rescate nos tendría sumidos en una ruina de imposible recuperación. España no fue rescatada por la Unión Europea,y el sentido del tiempo de Rajoy tuvo mucho que ver con ello. Hace pocos días, el inteligente y bastante extraño en sus procederes Durán y Lleida fue conciso y aplastante en sus palabras. «Entre un Presidente del Gobierno y un ciudadano que está en la cárcel, creo en el Presidente del Gobierno». Bárcenas, bueno es repetirlo, no está encarcelado en Soto del Real por sus llamados «papeles». Causa estupor que Cayo Lara no le haya exigido a su compañero de hoces y martillos Valderas que exija la comparecencia de Griñán para explicar lo de los ERE en Andalucía, cuyo montante estafado a los trabajadores en paro conforma una cifra estremecedora. Pero en el caso de que lo hubiera demandado, Griñán daría su versión, no la de Morante de la Puebla. Luis Bárcenas está en prisión porque no ha sabido explicar, ni justificar, ni ofrecer una documentación diáfana del origen de su inmensa fortuna en Suiza. Los «papeles» están en discusión. Repartió sobres en euros cuando estaba vigente la peseta, no puede mostrar los recibos, y no consigna en sus famosos papeles los ingresos y la parte proporcional que –según parece– aterrizaba en su particular bolsillo. Unos papeles los escribe cualquiera. Hace más de un decenio, el empresario barcelonés Javier De la Rosa, apuntó más alto, y amenazó con involucrar al Rey en un tejemaneje supramillonario en el que Don Juan Carlos nada tenía que ver. Habló con el viejo José Manuel Lara, vecino de inmueble, de sus papeles, y Lara, que era más listo que el inventor de la listeza, dio su veredicto. «Javier, tienes menos papeles que John Wayne de cupletista».
Bárcenas ha demostrado ya que es un mentiroso. Actúa con el impulso arrebatador de la venganza, que es impulso cegador e inconcreto. Rajoy, en ocasiones, parece tener menos carácter que el mítico duque de Osuna. «Las venas con poca sangre, los ojos con mucha noche». No lo disculpo. Creo que tendría que haber hablado hace tiempo y sin miramientos. Pero confío en Rajoy y nada en Bárcenas, como creí más en Felipe González que en Javier De la Rosa, faltaría más. Lo que haya de cierto o de invento, o de omisión o de fantasía en esos papeles tan raros se aclarará muy pronto. Y Bárcenas, por supuesto, es todavía un presumible delincuente hasta que la Justicia no demuestre lo contrario. Pero en cualquier caso, el Presidente del Gobierno ha accedido a hablar para dar su versión, no la que Cayo Lara desea. Exigir la presencia de un político para que exponga la versión de otro sólo se le puede ocurrir al tostón estalinista de Argamasilla. Aunque triunfe su venganza.
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