Elecciones generales
Susana le tira la caña a Rajoy
El PSOE emprende un viaje a lo desconocido con una escala inédita en las urnas, tras la legislatura fallida. «Susto» es hoy la palabra más pronunciada en privado entre los mandamases socialistas. La perspectiva de un nuevo desmoronamiento tras el 26-J hace temblar los cimientos del socialismo. El escenario de un «sorpasso» de la alianza Podemos-IU empieza a ser admitido incluso en público. «Las cosas estarán simplemente para una reunión de urgencia del propio Partido Socialista y una modificación de su propio metabolismo interno», reconocía de forma expresa días atrás Emiliano García-Page. «Hasta hace unas semanas –añadía entre titubeos el castellano-manchego– veíamos imposible el asalto del castillo por Pablo Iglesias. Estar defendiendo el castillo durante tiempo prolongado se convierte en asedio».
Pero el asedio, por cierto, también es interno. «Ni de broma, pero es que ni de broma», bramó, móvil en mano, Óscar López, tan cercano él a Pedro Sánchez, ante el desafío del valenciano Ximo Puig de llevar al PSPV en una lista conjunta con Podemos para el Senado. La decisión de Iglesias de ir de farol y ampliar esa iniciativa a un acuerdo de carácter estatal con Sánchez ha supuesto otra incursión podemita en territorio socialista. Pasto fresco para los recelosos dirigentes históricos del PSOE y para algunos barones.
Es un secreto a voces que las opiniones de la «vieja guardia» y de un buen número de barones en el partido sobre el secretario general son mejorables. De que no se andan con medias tintas a la hora de emplear descalificaciones contra Pedro Sánchez, no hay duda. Pero si esto lo hacen en la propia sede de Ferraz, la cosa gana dimensión. Y si, para hurgar más en la llaga, reniegan de la acción del actual líder, entonces la cuestión empeora. Eso mismo ocurrió el día 30 en un Comité Federal que iba a ser inicialmente de puro trámite para la elaboración de las listas y para poner en marcha un proceso de primarias que jamás llegó a celebrarse al carecer Sánchez de rivales para la candidatura a la presidencia del Gobierno.
Durante esa cita, Pedro Sánchez, claro, intentó mantener el tipo político, aunque una vez más evidenció su debilidad al reclamar a los líderes territoriales de su partido un nuevo crédito de confianza. Pero fue, quizá, más relevante incluso el periodo al que tuvo que ceñir su petición: hasta las generales. Fue un discurso de apenas quince minutos en el que el secretario general del PSOE cargó contra Pablo Iglesias, su «enemigo» por la izquierda, y en el que mantuvo en pie su muro frente a Mariano Rajoy. Sin embargo, esa misma mañana, en un corrillo en Ferraz, la única alternativa a Sánchez que se maneja en el PSOE, es decir, Susana Díaz, ponía en valor sin disimulos su «fluida» relación con el presidente del Gobierno en funciones y líder del Partido Popular. Si bien ante los micrófonos la baronesa se ha manifestado en numerosas ocasiones en contra de pactar con el PP, Díaz dejó entrever su simpatía por Rajoy. Hasta dejó una observación sobre el popular Juanma Moreno: «Más le valdría aprender de su jefe».
Desde luego, Susana Díaz pasa por ser una verdadera experta en dar pasos propicios a sus intereses. Capaz de concebir una ruptura con Izquierda Unida, otrora socio de gobierno, para acabar yendo de la mano de C’s mientras la realidad no le aconseje otra unión. Así que los pactos y los vetos de hoy pueden quedar en simples anécdotas cuando la maquinaria electoral desemboque en las urnas. Al final, nadie debe olvidar que serán los votos los que señalen el rumbo al PSOE. Con todo, de lo que casi nadie tiene duda hoy, es de que con Sánchez sentado a la mesa es complicado ligar cartas electorales que hagan juego.
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