Rosetta Forner
¡Taxi, por favor!
Comprendo a los taxistas. De ser uno de ellos, también estaría indignada. Con tantas pegas como les ponen para darles una licencia, y van unos «emprendedores» y la lían. Los vacíos legales propician que se desarrollen iniciativas y/o que florezcan avispados que ofrecen «duros a cuatro pesetas» (no sé cómo traducir esto a euros). Ahora bien, el invento, aunque hasta la fecha ha sido de «estrangis», ya existe: tarifas más bajas que las de un taxi, pero si pasa algo, a reclamar a «ninguna parte», además de no saber qué tipo de conductor es el que conduce, ni si al coche le fallarán o no los frenos. No es mala idea extender al particular el uso de coche con chófer. Dado que hay compañías legales con este servicio, por lógica, deberían entrar en el «gremio de los taxistas», y tener sus mismas obligaciones. El tener unas ventajas que el taxista no tiene, independientemente de que sea legal o no, me parece competencia desleal para con esas personas que han tenido que sacarse una licencia pasando por ciento y la madre de obstáculos administrativos. Por eso, entiendo que se hayan puesto en pie de «bandera bajada». Ayuntamientos y políticos en general harían bien en legislar para que la gente sepa a qué atenerse, y que cada uno, dependiendo de su iniciativa o emprendeduría, opte por la manera que más le apetezca para montarse un negocio. Por cierto, ya hay gente que comparte coche con desconocidos por 10 o 20 euros el trayecto. Los compañeros de viaje los encuentran en internet (ahí cabe todo). Yo no me montaría en el coche de un desconocido ni aunque fuese gratis el llevarme a París. Me importa más mi seguridad, o sea, mi vida, que el pagar poco. Sin embargo, a mucha gente (preferentemente joven) no le importa el estado del vehículo ni si el conductor es un psicópata, con tal de pagar poco por el viaje. Yo prefiero el medio de transporte legalizado.
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