Pilar Ferrer

Todo un símbolo

Fiel a su estilo, con suma discreción, Mariano Rajoy tenía en mente desde hace días viajar a Afganistán. Una visita de gran calado por varios motivos: cuando se cumplen diez años de las tropas españolas en el polvorín centro-asiático, uno de su llegada al Gobierno y en fechas especiales como la Navidad. Ha sido su primera salida a una misión en el exterior, para alentar al contingente militar ubicado en las bases de Herat y Qala Naw. Y nada más pisar el suelo de Kabul, quiso rendir homenaje a los cincuenta y dos militares fallecidos en el trágico accidente del Yakolev, en su día tristemente politizado.

Rajoy es un hombre de fuertes convicciones que inspiran los valores castrenses. Concepto de la Nación, orgullo de ser español, disciplina, prudencia, dignidad, derechos humanos y seguridad. Palabras que trasladó a los hombres destinados en Afganistán, un país enrevesado como pocos, salpicado por las invasiones, la guerra y la corrupción. Y no ha dudado en mantener el compromiso más allá de 2014, con el objetivo de gestionar el aeropuerto y el hospital de Herat, donde España lidera la Base de Apoyo Avanzado (FSB). Sin bajar la guardia, en un entorno siempre en alerta, como centinelas sin tregua.

El ministro de Defensa, Pedro Morenés, suele decir que los militares no conocen la palabra «lamento». Muy cierto, pues está en su espíritu obedecer sin queja. Los soldados españoles han conocido la sangre y el dolor en tierra afgana, sin esbozar una protesta. A veces, en ocasiones muy precarias, debido a la fuerte crisis. Por ello, esta visita del presidente del Gobierno encierra un enorme simbolismo: defensa de la libertad, lealtad y orgullo de una labor bien hecha en aras de la paz.