María José Navarro
Tráfico
Ya he dicho aquí alguna vez (me repito más que el cazón en adobo) que yo no conduzco. No es que sea de ahora, coyuntural, o como consecuencia de algún percance. No, jamás, nunca me dio por ahí. La única prueba automovilística que protagonicé acabó en el fondo de una portería de fútbol y me di cuenta de que al día siguiente no me acordaba dónde estaba el embrague, con lo que yo misma decidí que mi memoria a corto plazo era floja para las cosas que no me interesan. Así que tomé la determinación de librar al mundo de mi falta de pericia. Mi madre y yo somos unas fantásticas copilotos capaces de aparcar teóricamente, unas hachas dando indicaciones. Hasta ahí. Punto. Sin embargo estas cosas del tráfico te afectan quieras o no. Enrique y Eduardo. Dos amigos, muy buenos amigos, uno de ellos un hermano para mí. A ambos se los llevó la carretera. Seguro que muchos de Vds, desgraciadamente, saben también cómo es ese zarpazo por sorpresa, esa noticia inesperada, ese accidente que transforma tu alrededor y lo cambia para siempre. Han salido datos de siniestralidad en las carreteras durante el año pasado y nos dicen que son los mejores desde que se cuentan los muertos al volante. Las cifras son las que son y nos felicitamos, y después está la realidad. El viernes, cuando jarreaba en toda España, una contemplaba adelantamientos sin intermitente, circulación sin respetar el carril, velocidades por encima de lo establecido, y hasta bebés en los regazos de sus madres sin ningún tipo de protección. Por lo hablar de los conductores usando el móvil. Se me cuiden. No sólo depende de uno mismo. Al fondo siempre hay otro que no piensa en los demás.
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