María José Navarro
Tres pistas
En Cataluña se han puesto en pie de guerra; ¿quién esta vez? ¿los nacionalistas? ¿los no nacionalistas? ¿los partidarios del fuet con piel? ¿los que defienden que hay que pelarlo? Todos estos también, claro, que en Cataluña casi siempre está todo el mundo enfadado por casi todo. Esta vez sin embargo son los del circo. Los circos catalanes se han unido contra un proyecto de ley para prohibir la participación de animales en espectáculos circenses. La sola noticia de la unión de unos cuantos catalanes ya es como para hacer una cena homenaje; si encima es por motivos circenses ya ni les cuento. La verdad es que a una los espectáculos circenses –y en particular los que van con animales por delante– nunca le han gustado. Ni me hacen gracia los payasos ni me asusta el que tira los puñales ni le veo mucho mérito en saltar desde un trampolín y caer en los hombros de tu cuñado (que es bien sabido que esos números circenses siempre los hace una familia al completo, normalmente de apellido italiano). Lo de los animales, además, me parece triste: veo una seria humillación en la estampa de un oso en bicicleta, y me muero de pena de pensar en un tigre de Bengala que, lejos de Bengala, vive en un carromato entre Vic y Olot. Una entiende a los que viven de esto pero cree que hay límites y quizás alternativas: ¿no se han planteado, en vez de usar osos y elefantes, en hacer números con ciertos personajes públicos? Mi primera sugerencia me resulta imbatible: Artur Mas (y su mandíbula de super héroe) como hombre-bala con capa, recogido boca abajo por Junqueras vestido de portor . Tatatachááánnn.
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