Atlético de Madrid
Un adiós indeseable
Pum, pum, ¿quién es? Se abre la barrera y Cristiano Ronaldo, que falla infinitamente más faltas de las que acierta, agradece el donativo y marca. Sólo han transcurrido 12 minutos. Hasta ese instante reinaba el equilibrio en el derbi. A partir del 0-1, el Atlético extravió la brújula, que encontró Isco, y permitió al Madrid invadir la zona que dominan Cristiano, Bale, Marcelo y el malagueño. Demasiadas facilidades. Dos paradas hizo Oblak, Keylor ni se agachó ni se estiró, de Griezmann no había noticias, ni de Carrasco, Saúl, Koke, Torres... Ganaba el mejor, que hacía lo imprescindible, pero bien.
Los cincuenta años en barrica de roble del Vicente Calderón, con su arraigo, su solera y su sabor añejo, no fueron correspondidos por el equipo, incapaz de apreciarlos en los primeros 45 minutos, para los que no había otra interpretación que el fracaso del Atlético y la seriedad del Madrid en todas las líneas. Pero quedaba otro tiempo, que empezó diferente, con los rojiblancos dispuestos para el asedio, con Keylor Navas en la diana. La novedosa profundidad y las constantes llegadas morían sin apenas riesgo en las manoplas del cancerbero costarricense. Simeone intentó aprovechar la corriente favorable y subió la apuesta con dos hombres de refresco, Correa y Gameiro. No contaba con la astucia de Cristiano, la inocencia de Savic y el rigor de Borbalán. El 0-2, de penalti; la Liga, en otra dimensión, aparentemente inalcanzable, y la despedida del Calderón, más triste que el zapato de Charlot. Ya estaba el Atlético a 9 puntos del Madrid y más hundido que tocado cuando Bale metió el turbo y un centro fenomenal que Ronaldo convirtió en el tercero. Discutir la calidad rematadora del portugués es tan estúpido como algunas de sus celebraciones: revientan. Y suele exhibirlas con el Atlético, uno de sus más fieles aliados.
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