Restringido

Un Ejército callado

Estamos atravesando los españoles momentos ciertamente delicados. Discutiendo cosas que debían darse por sentadas y olvidando otras que son vitales para fijar nuestro puesto en la comunidad internacional. Es decir, la posición desde la que defender nuestros intereses colectivos. La seguridad de nuestra Nación se da por sentada, cuando no es así. La seguridad exterior está ausente habitualmente –las últimas elecciones han sido un claro ejemplo– del debate nacional.

La actividad operativa de nuestras Fuerzas Armadas el pasado año 2015 ha sido intensa en cuanto a lugares de despliegue, pero baja en cuanto a efectivos; hemos intentado regar demasiados tiestos, pero con poca agua. África, desde el Sahel a la línea que une el Golfo de Guinea en el Atlántico con Somalia en el Índico, es la región cuya estabilidad nos es más crucial. Contar con Francia para ello es imprescindible. Hacemos algo ahí, pero deberíamos concentrar nuestras capacidades especialmente ahora que el yihadismo salafista está aprovechando los vacíos de seguridad usando la caótica Libia como retaguardia logística.

También deberíamos continuar contribuyendo en el seno de la OTAN a defender las fronteras orientales europeas ante el oportunismo del presidente Putin en su mesiánica búsqueda de su lugar prioritario en el mundo.

El nido central de la víbora yihadista está en Mesopotamia. El que suníes y chiíes alcancen ahí un equilibrio estratégico dependerá esencialmente de los gobiernos iraní, saudita y turco. Pero los occidentales –y al parecer también los rusos– estamos vitalmente interesados en que esto suceda así. El primer paso para ello es eliminar al Daesh con un esfuerzo no sólo militar, sino también ideológico y económico. Nuestra contribución al adiestramiento del Ejército iraquí es un modesto esfuerzo en este sentido, pero el resultado final deseado en Irak y Siria está lejos de estar claro.

Todas estas contribuciones a la estabilidad mundial han sido ejecutadas en 2015 por un personal entusiasta y capaz, pero con unos limitados medios materiales. Especialmente preocupante es la baja inversión en los vehículos, buques y aeronaves, que deberían sustituir a los que ahora se están estirando. Hace falta, a mi juicio, una estabilidad en la financiación de las inversiones militares diferente de la que ha venido siendo adelantada con créditos del Ministerio de Industria. Quizás asociada a un impuesto claro que permita a los españoles saber cuánto le cuesta estar seguros en un mundo globalizado donde EE UU y Europa no nos van a valer como excusa defensiva. Los españoles deberían comprender que el lugar más probable para encontrar una mano que te ayude está al extremo de tu propio brazo.

La Pascua Militar es la ocasión anual para recordar que los ejércitos existen y están callados –como así tiene que ser– ante tanto despropósito e insulto a nuestra convivencia. No porque esta polémica les sea indiferente, sino porque confían en que nuestras instituciones, encabezadas –como en este acto– por Don Felipe, nuestro Rey, sean capaces de desmontar tanta bajeza que va contra lo que los españoles hemos sido a lo largo de la Historia y lo que podremos llegar a ser cuando unidos, entre nosotros y con nuestros aliados, defendamos nuestra civilización común recuperando los valores que nos han hecho grandes.