Alfonso Ussía

Un locuaz confundido

No formo parte de la legión de escandalizados por la puesta en libertad provisional de Luis Bárcenas. Está procesado por delitos de mucha gravedad, pero no es justificable la permanencia en la cárcel de un presumible delincuente en espera de ser juzgado durante diecinueve meses. No ha asesinado a nadie. El Fiscal solicita para él más de sesenta años de prisión y su futuro no parece agradable. Pero diecinueve meses en espera de juicio se me antojan excesivos.

Bárcenas ha recuperado la libertad limitada con una locuacidad sin límites. En veinte horas se ha sentido importante dejándose rodear en cinco ocasiones por nutridos grupos de periodistas. Me lo reveló el hermano de un monje cartujo, que a los veinte años de voluntaria reclusión en un convento experimentó una crisis vocacional, colgó el hábito y se dio el piro. Se instaló en la casa de su hermano mayor. Después de veinte años de silencio asumido, hablaba por los codos. La mujer del hermano mayor se marchó de casa abrumada por el ex cartujo convertido en cotorra, y los hijos del matrimonio se instalaron en un apartamento por no soportar los monólogos compulsivos de su tío. Una tarde, mientras el dimitido cartujo mantenía una fluida charla con una telenovela venezolana cuya protagonista, la bella Vanessa Rosicler, sufría con la injusta inquina de su madrastra, la señora Melinda, se oyó la voz del excartujo:

-Señora Melinda, ¿quiere dejar en paz a Vanessa Rosicler y permitir que se case con Oswaldo Rubén?-. La gota que colmó el vaso. Harto de la locuacidad de su acogido, el hermano llamó al cartujano convento. –Buenas tardes. ¿Si les devuelvo a mi hermano lo volverían a aceptar?-; pero el Prior fue tajante. –no. Su hermano, incluso callado, era un pelmazo-. Un parlanchín puede terminar con la felicidad de una familia.

Abro paréntesis. Ahora que ha descendido contundentemente la popularidad de Pablo Iglesias, y La Sexta le está ayudando a recuperarla, me permito sugerirle al que manda en Atresmedia. ¿No sería mejor contratarlo para «El Secreto de Puente Viejo» junto a Monedero y Errejón y tener a los tres ocupados hasta el capítulo tres mil quinientos? Cierro paréntesis.

Si Bárcenas se comporta en su casa como en la calle, su familia tiene que estar como la del cartujo tostón. Habla, habla, acusa, se defiende, se justifica, intenta ser irónico, no lo consigue, y lo que es más triste, aparenta un dominio de sí mismo cuyo mayor parecido es con un rabo de lagartija. No conozco a persona más paciente que Javier Gómez de Liaño, que ha renunciado a su defensa. Persona paciente, señorial, justa y bondadosa. Establece una estrategia de defensa y el locuaz, a sus espaldas, no para de hablar. Pues que hable, pero sin mí. Le sucedió algo parecido a José María Stampa cuando asumió la defensa de Rafael Escobedo, acusado de asesinar a sus suegros. –Nada de entrevistas–. Escobedo aceptó el consejo. Una semana más tarde, se publicó en «Interviú» una entrevista con Escobedo en la cárcel en la que su defendido explicaba lo mucho que le impresionó el chorro de sangre que emergió del cuello de la marquesa de Urquijo cuando recibió el impacto de la bala. Lógicamente, abandonó a su defendido.

No es bueno hablar tanto y de golpe. Todo lo que tiene guardado en su cabeza y ánimo, verdades o mentiras, justificaciones y rencores, tendrá la oportunidad de decirlo durante el juicio. Bárcenas disfruta de una libertad limitada y por sus posibles delitos solicitan para él más de sesenta años de prisión.

Bueno es este tiempo de libertad bajo fianza para disfrutar de los suyos. La verborrea en el juicio.

Está cayendo en la sonriente trampa que le tienden sus enemigos. Busque abogado y prepare su defensa, que el horizonte amenaza con densas negruras. Y en silencio, que la cotorrería es arma de dos filos.